Las minas del Rif: resurgir entre el olvido
Entre memoria y explotación: el retorno de la minería en el Rif

Marruecos ha decidido reactivar las históricas minas de hierro del Rif. Cuarenta años después de su cierre, en 1984, la reciente firma entre la Sociedad de Explotación de las Minas del Rif (Seferif) una empresa pública marroquí, la Oficina Nacional de Hidrocarburos y Minas (ONHYM) y la empresa china Amer, permitirá de nuevo la extracción de hierro en las inmediaciones de Melilla. La reapertura de los yacimientos tiene como objetivos crear empleo en la provincia de Nador y posiblemente reducir la presión migratoria sobre Melilla.
La importancia de estas minas en el siempre complejo territorio rifeño nos remonta a la colonización española del Rif (1912-1956). Después de la Guerra del Rif (1921-1927), el proceso de colonización tuvo un impacto social, económico y cultural significativo en la región, transformando significativamente un territorio de 20.000 kilómetros con menos de medio millón de habitantes. Trabajar en las minas del Rif, bajo dominio español, supuso para muchas personas el primer empleo asalariado, no sin alguna que otra huelga por parte de los mineros que exigían unas condiciones laborales dignas.
La explotación minera y el comienzo de la colonización española en el Rif.
La colonización española en el Rif empieza oficialmente en 1912 con el Tratado de Fez. Antes de esta fecha, las disputas entre las potencias europeas sobre el dominio del territorio se iban tensando debido, en gran parte, a las desmedidas ideas acerca de la existencia de minas de hierro en la región. Como toda colonización, la carrera por obtener una porción del pastel, en este caso, los derechos mineros para evitar que otras potencias se adelantaran a España, había empezado. El rogui, líder local rifeño, fue una figura clave, dado que colaboró con la potencia española en la adquisición de terrenos para la extracción del mineral. No obstante, en 1908, la población rifeña se levantó contra el rogui y, en 1909, una operación de castigo española provocó tensiones y desencadenó la lucha anticolonial en la región. No tardaron en aparecer empresas mineras españolas que alimentaron todavía más este resentimiento, acentuado por la venta de tierras por parte de los rifeños que desconocían el preciado recurso mineral que contenían. Aunque esto generó problemas de índole diplomática, la debilidad política de Marruecos permitió que España continuara con sus proyectos minero y militar en el Rif.
Esta forma de asentar el dominio español a través de la explotación minera, es decir, una forma de colonización económica produjo un cambio enorme en esta región. Desde la introducción del ferrocarril, que cambió el modo de hacer la guerra, sobre todo por lo que respecta a la denominada Guerra de Melilla (1909-1912) dado que prestó servicio al ejército español, hasta la introducción del trabajo asalariado que no existía de forma efectiva en el Rif.
La noción de trabajo asalariado estaba lejos de los productos obtenidos de las pequeñas y medianas explotaciones agrícolas y de la producción artesanal, cuyo foco de salida principal era el zoco semanal. Además, a finales del siglo XIX los rifeños comienzan a emigrar a Argelia como temporeros en la recogida agrícola de las vastas extensiones que los colonos franceses, conocidos como pieds noir, poseían en el país vecino. Con el establecimiento del dominio español el trabajo asalariado va siendo una realidad, primero en el trabajo minero, y más tarde en el ámbito militar con la creación de la Policía Indigena en 1909. Ambos hechos dieron lugar a que muchos rifeños abandonaran sus tierras para incorporarse o bien como policías al servicio de España o bien para dedicarse a la explotación minera. Pero esto no ocurrió de forma masiva, pues el trabajo se repartía con los colonos españoles que llegaban de la península por las mismas razones laborales. Para albergar las colonias de españoles se construyeron nuevos núcleos como el de las minas de San Juan y Uixan o Uiksen, que, si bien tenían un carácter de provisionalidad, se fueron haciendo cada vez más complejos y definitivos.

Los trabajadores indígenas venían de núcleos próximos como Segangan, de modo que apenas hubo necesidad de construir barracones para los nativos, y los que había estaban separados de los españoles. Sin embargo, en materia educativa no existía tal separación y la segregación en los colegios obedecía únicamente al sexo. En el poblado de Uixan, uno de los más importantes que vivía en torno a la minería, se construyeron varias edificaciones y pabellones, y con el tiempo fue dando respuesta a las necesidades de los habitantes. Junto a las casas para los obreros, la compañía estableció un centro de salud al que acudían muchas de las personas del entorno, y que contaba con una ambulancia con la que se atendía a la población colindante. También había un edificio dedicado a la enseñanza para adultos. Algunos testimonios indican que los rifeños recibían clases de alfabetización en este centro. En este sentido, algunos vieron en este centro un trampolín para continuar con sus estudios y lograr profesionalizarse en algún campo que los alejara de la mano de obra destinada a arrancar bloques de hierro.
¿Qué supuso para los habitantes del Rif la llegada de las compañías mineras? ¿Cómo cambió su estilo de vida?
Hoy apenas quedan voces que puedan hablar sobre la vida en la mina. De forma aislada se puede trazar un mapa de experiencias individuales que coinciden en muchos aspectos. En los pueblos colindantes a la mina de Uixan (Aït Chicha, Chemlala, Ilahyayen, Segangane…), la mayoría de las familias cuentan con algún miembro que ha trabajado para la compañía minera. Los relatos, casi siempre de terceras personas, hablan de la seguridad con la que se desempeñaba el trabajo en la minería. Que el sueldo estuviera garantizado, fuera fijo y continuo, y el hecho de poder trabajar “con papeles” era toda una novedad para los cientos de hombres que formaron la lista de obreros de la empresa.
Antes de que la compañía minera se estableciera en el monte Uixan, nadie se había interesado por esa zona. En un momento en el que la obtención de hierro era la materia prima para tensionar todavía más el clima bélico europeo, Uixan se convirtió en la joya española del Rif. El hierro del Rif tenía una pureza superior respecto al que se extraía del País Vasco e incluso del que procedía de las minas inglesas. Que España se hubiese hecho con el control de este recurso ya no solo la situaba en un lugar estratégico y competitivo, sino que toda la guerra adquiría un sentido todavía más plano: el Rif a simple vista agreste y sin ofrecer más que una humillación histórica a España, de repente podía brindar un beneficio real. Si las muertes, las masacres y las bombas químicas se pueden transformar en recursos e incentivos, el cálculo de la guerra concluye de manera favorable.
Enterrada la guerra, quedaban las explosiones de dinamita para abrir los túneles y el estruendo en eco continuo de la maquinaria por todo el valle. Esto lo relata un testimonio cuyo padre trabajó en la mina hasta su declive. Además, recuerda muy bien el uniforme con el que veía vestido a su padre, especialmente unas botas de seguridad y un impermeable que siguen intactos a día de hoy. Desde su casa hasta la mina hay unos ocho kilómetros que su padre recorría primero a pie, luego en bicicleta y finalmente con un ciclomotor que adquirió ya en los últimos años de trabajo.
Pareciera que fue una época dorada y en cierto modo debió ser percibida de esta forma después de una guerra atroz. No obstante, nuestro testimonio apunta a una huelga en el monte Uixan donde se exigían mejoras en las condiciones laborales. Ante las reclamaciones, las autoridades y la Compañía tuvieron que ceder, hasta cierto punto. De forma más amplia, la década de los cuarenta parece ser un punto de inflexión, según apunta Mimoun Aziza. A partir de 1939, la escasez de productos alimentarios de primera necesidad y el incremento de sus precios hasta un veinte por ciento por encima de lo habitual desató una crisis que se traduciría en la distribución de una cartilla de racionamiento. Es alarmante la brutal caída de la recogida de trigo en 1940 (un 37% respecto al año anterior). La situación lejos de remontar se agrava en 1941: es el “año del hambre” que marca de forma profunda la vida de la población rifeña. Algunos testimonios vivos, a pesar de no haber sufrido esos años, sí recuerdan como los mayores hacían referencia a esos momentos, “se ataban una piedra plana en el estómago para que el estómago no rugiera”.
Estamos, como dice Aziza, en un momento en el que “muchas personas para entonces se alimentan de hierba”. Es un detalle que mencionan varias personas rifeñas con las que hemos hablado, “se usaba una planta silvestre que era lo único que crecía en la tierra, para hacer pan. Quedaba un pan amargo y difícil de tragar, pero era lo único que había”. En el campo, además, para asegurar el reparto equitativo de los alimentos racionados, la autoridad española solo hacía la entrega de productos a quienes presentaran una tarjeta de identidad con fotografía.
Además de un éxodo abismal del campo a la ciudad experimentado durante estos años, las consecuencias para la minería no tardaron en llegar. Según Aziza, en 1942 gran parte de los obreros de la Compañía Minera Española del Rif abandonaron sus puestos y se trasladaron a la zona francesa para vivir y trabajar. La minería que ya había experimentado un declive considerable no ofrecía muchas garantías, así en 1942, el salario de un peón era de 7 pesetas diarias, todo un contraste con el precio de la cebada que ascendía a 2,75 pesetas en ese momento. Sin ninguna duda fue el año en el que la Compañía empezaba su cuenta atrás, que culminó con la independencia de Marruecos en 1956. Quienes no habían abandonado la minería en la década de los cuarenta lo hicieron cuando Marruecos tomó el control del proyecto. El vacío en la gestión y la degradación de las condiciones laborales (el salario pasó a depender exclusivamente del hierro extraído), hicieron que la mina de Uixan terminara por desvanecerse.
En la transmisión cultural se pueden hallar diferentes aspectos en torno a la minería del Rif bajo colonización española. Uno de los testimonios nos relata un cuento popular que circulaba entre los obreros de la minería: “Una vez se dispusieron en lucha dos gallos. Uno era cristiano y el otro era musulmán. Después de una reñida pelea, ganó el gallo musulmán, algo que no gustó nada a los españoles. Entonces, estos, se dieron cuenta de que el gallo musulmán había ganado porque estaba muy bien alimentado. De modo que, para cambiar las tornas, alimentaron en abundancia al gallo cristiano y solo con lo justo al musulmán. En la siguiente pugna, dominó por unanimidad el gallo cristiano. Los españoles se dieron cuenta de que el día en el que los musulmanes-rifeños estuvieran satisfechos, se tornaría inviable seguir en esas tierras”. La moraleja de todo esto, comenta el relator, era dejar claro que la única forma de mantener el control y el dominio era ceder en lo justo, siempre en un conveniente límite que mantenga la paz y contrarreste cualquier atisbo de revuelta. No se trataba de asfixiar, sino de dejar claro quien permitía la vida y para ello se debía entregar el pan con medida. Dominar las tripas al fin y al cabo es dominar el destino. El cantautor rifeño, Mohamed Amzian, en su canción “Inayid Ayarif” (Dime, Rif), es quien mejor expresa la memoria emocional que despiertan las minas. En un conmovedor diálogo con un Rif personificado canta: “tu hierro hermoso/ lo han cargado en la máquina/ se lo han entregado a los cristianos/ tus hijos lo han rascado/ tus hijos lo han tamizado/ y os habéis quedado con las sobras/ Mohamed Amzian, has muerto/ solo has dejado perros/ ni siquiera dejaste una mula/ te vendieron el monte Uixan, te vendieron el monte Uixan”.
La pregunta ahora sería sobre todo hasta qué punto esta nueva apertura de la minería del Rif no es sino la prolongación atemporal de una explotación económica de la cual, la población más desfavorecida, solo será capaz de rascar migas de un beneficio que parece tan sólido y oscuro como el hierro.

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