Alquiler racista: “Yo no alquilo a moros”
Casi la mitad de la población musulmana de España es migrante. Lo indica el último estudio demográfico realizado en 2019 por la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE). Por ello, centrarse en única y exclusivamente la lucha contra la islamofobia, sin atender a todos los factores de discriminación que interseccionan a las personas musulmanas, es un error. Por ello, es cada vez más necesario abordar el problema de cualquier discriminación desde perspectivas integrales e interseccionales. No se puede luchar contra la islamofobia sin abordar el racismo estructural.
Casi la mitad de la población musulmana de España es migrante. Lo indica el último estudio demográfico realizado en 2019 por la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE). Por ello, centrarse en única y exclusivamente la lucha contra la islamofobia, sin atender a todos los factores de discriminación que interseccionan a las personas musulmanas, es un error. Por ello, es cada vez más necesario abordar el problema de cualquier discriminación. desde perspectivas integrales e interseccionales. No se puede luchar contra la islamofobia sin abordar el racismo estructural. En este artículo, abordamos uno de los aspectos constituyentes de las realidades de migrantes, como el alquiler racista.
Realidad de los migrantes en España
Las personas extranjeras y en concreto, extranjeras extracomunitarias, suponen el 6,81% del total de la población y presenta una vulnerabilidad social y económica mucho mayor que la población española. Debido a su situación socioeconómica, al sufrir mayores trabas administrativas. Además, por padecer una discriminación asociada a su origen, su color de piel o, como el caso que nos ocupa, su religión.
De igual modo, diferentes estudios constatan la notable brecha entre los trabajadores migrantes frente a los trabajadores nacionales, traducido en una dificultad mayor de acceso al mercado laboral, una enorme temporalidad laboral (88,51% en 2019 según el Observatorio de las Ocupaciones de 2020) y una renta por hogar de hasta el 46% menos en comparación con la renta por hogar español (11.025€ de media frente a los 21.069€ según la Encuesta de Condiciones de Vida 2019).
Partiendo del resultado de una mayor vulnerabilidad sociolaboral frente a la población española, las personas extranjeras no comunitarias están sometidas a un mayor riesgo de exclusión residencial. Esta situación se manifiesta en el régimen de tenencia de las viviendas, donde la población migrante se concentra en la modalidad de alquiler: el 75% de los hogares viven de alquiler frente al 11,1% de la población española.
“Si echamos un vistazo a la concentración de población migrante por barrios, comprobamos que la población migrante reside en viviendas mucho más pequeñas y en peores condiciones que el resto de la población” asegura Juande Gómez, trabajador social y coordinador del programa de ‘Promoción de la no discriminación de las personas inmigrantes’ de Provivienda. Respecto al hacinamiento residencial, es decir, disponer de menos de 10m2 por persona en el hogar, la media nacional se sitúa en torno al 5% mientras que en el caso del colectivo migrante este porcentaje aumenta hasta el 18.7% afectando a las condiciones de habitabilidad y al derecho a una vivienda digna, según datos de Eurostat de 2018.
Racismo inmobiliario
En octubre de 2020, fue publicado el informe “¿Se alquila? racismo y xenofobia en el mercado del alquiler” realizado por Provivienda. Trata la discriminación que sufren las personas migrantes para acceder y mantener una vivienda en alquiler. Lo llamamos «alquiler racista», ya que, según este informe, en España la discriminación en este ámbito está normalizada. El 72,5% de las inmobiliarias contactadas aceptan formas explícitas de discriminación y del 27,5% restante el 81% aumenta los requisitos cuando se presenta una persona migrante.
“Una vez atendiendo a un hombre marroquí que estaba buscando vivienda, le dijo el propietario: ‘no, no, no, yo no alquilo a moros’. Colgó el teléfono. Esos comentarios son muy comunes y siguen pasando”, asegura Juande Gómez. Esa misma experiencia nos relata Ayham, refugiado sirio en España: “Me llegaron a decir abiertamente que no se fían de mí. Porque escuchan cosas muy malas de los árabes. Por ejemplo, que tenemos una cultura diferente y que somos sucios”.
Ayham lleva un año y medio viviendo en España. Salió de su pueblo cercano a la ciudad de Daraa, al sur de Siria, en 2012, por motivo de la guerra civil que asola el país. Desde entonces ha vivido como desplazado interno en Siria y como refugiado en Turquía. Asegura que pensaba que al llegar a España iba a ser fácil encontrar vivienda. Sin embargo, siendo refugiado, pobre, árabe, sirio, musulmán, casado con una mujer musulmana con hiyab y con dos hijos, el proceso ha sido “psicológicamente muy duro”.
“Cuando llegué a España estuve en un centro de acogida de refugiados. En teoría teníamos que estar 6 meses, pero nos prorrogaron casi 4 meses más. No encontrábamos casa.” Cuenta Ayham, transmitiendo con su rostro lo angustioso que fue el proceso. “Me tocó, con mi pésimo español, ponerme a llamar a los propietarios. Me colgaban inmediatamente al notar mi acento extranjero. A poco que saben que no soy español, empiezan a poner excusas, o pedir requisitos que no tengo: contrato de trabajo indefinido, una nómina de más de 2000 euros… O, la típica respuesta de ‘ya está alquilada’”.
Juande Gómez asegura que, “muchas veces, tras la captación por parte del propietario de que el potencial inquilino tiene un acento que puede ser marcadamente extranjero, se le hace pasar un estudio económico. Exigen requisitos muy altos, contratos indefinidos, nóminas muy altas… Muchas veces para evitar decir: ‘no te alquilo porque eres inmigrante y desconfío de ti’. Se utilizan estas herramientas para poner un primer filtro y no seguir en el proceso de alquiler.
Juande comenta que la apariencia, el acento y la vestimenta es lo que determina la discriminación automática. “Personas negras o mujeres con hiyab, da igual que tengan un perfecto español, son automáticamente discriminadas. Generalmente no se suele señalar la religión como motivo de discriminación, pero va implícito con el imaginario colectivo que se tiene sobre personas ‘moras’. Ya sean de Marruecos, Argelia o Siria. Son catalogados como ‘moros’ y por tanto, musulmanes. Con eso se cierra la puerta directa al alquiler”.
Fátima R. H. es una mujer marroquí. Lleva 16 años en España. Asegura que cuando acude a ver un piso, al ir vestida con hiyab, automáticamente les cambia la cara. Se inventan excusas para denegarle la posibilidad del alquiler. “Siempre he tenido que pedir ayuda a amigas españolas o marroquíes que llevan más tiempo, no llevan hiyab y tienen menos acento. Los prejuicios que tienen contra nosotros por ser musulmanes les ciega completamente”, afirma con enfado. Así lo asegura también el Informe sobre la intolerancia y la discriminación a los musulmanes en España del Observatorio del Racismo y la Xenofobia en España (OBERAXE). El 87% de los encuestados asegura que entre las situaciones en las que perciben una mayor islamofobia es en el mercado inmobiliario.
Urgen soluciones
La búsqueda de soluciones a esta lacra que sufren las personas migrantes en nuestro país, entonces, se torna urgente. “Limitar los abusivos precios del alquiler, limitar la gentrificación de los centros, aumentar la dotación presupuestaria de las ayudas al alquiler; crear un sistema extenso y fuerte de vivienda pública, una ley integral de igualdad de trato y no discriminación y por supuesto ¡denunciar!«, asegura Juande.
“Desde las organizaciones podemos presionar, visibilizar. Podemos hacer acciones de sensibilización, hacer informes, pero el peso lo tienen las administraciones. Son ellas las que se tiene que poner a trabajar para luchar contra la discriminación. A través de instrumentos legales y también de mecanismos que permitan a las víctimas denunciar”.
Desde Provivienda afirma que existe una gran falta de denuncia de estas situaciones. Resulta indispensable que las personas que sufran este tipo de situaciones las denuncien. También, que se haga en el momento. Es normal que no se tengan ganas de reabrir situaciones dolorosas cuando estas ya han pasado. “Es muy doloroso llegar a un país, querer salir adelante y hacer cada uno su vida en paz, y encontrarte con una discriminación en un derecho humano tan básico como es la vivienda” asegura Juande. Concluye: “Yo lo tengo claro, si un propietario o propietaria discrimina a una persona por su condición de migrante, su color de piel, origen o religión y no se hace nada, lo va a volver a hacer, a no ser que se actúe”.
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