La soledad en la vejez en España: es igual en la comunidad migrante?
La soledad en la tercera edad es uno de los males crecientes de nuestra era. Abordar este problema requiere fortalecer las redes familiares, sociales y vecinales de las personas ancianas, pero también mirar cómo las comunidades migrantes tratan y cuidan a sus mayores.
Diana Moreno – Moussa Al Jamaat
En Europa cada vez más gente vive sola; en concreto, la gente mayor. Muchos hombres y mujeres ancianos en esta situación sufren de soledad no deseada. Existe sin embargo una gran diferencia entre las sociedades individualistas y otras más comunitarias, como las árabes y musulmanas, donde los lazos sociales son más fuertes. Habitualmente, estas estructuras se mantienen también en las diásporas y en las familias migrantes.
En países como España existe más cohesión social en comparación con sociedades del norte de Europa. Aun así, en España hay 4,9 millones de personas viviendo solas, según datos del INE de 2020. Eso quiere decir que el 10,4% de los hogares son unipersonales. De todas esas personas, 2,1 millones (el 43,6%) tienen 65 años o más. La soledad en la vejez va en aumento y tiene rostro femenino: el 70,9 % de las personas que viven solas son mujeres.
Carmen es una de ellas. Con 86 años, vive sola desde que enviudó. Reside en un barrio de Madrid, en un edificio de pisos en el que casi todos los vecinos tienen edades similares a la suya. “Mis hijos vienen, pero ellos tienen su casa y tienen su vida”, dice. “Tengo una chiquita que me cuida y estoy con ella todo el día, ella se va toda la tarde y me quedo sola por la tarde y la noche. Comemos juntas y me deja comida para cenar, salimos a dar una vuelta”.
La situación de Carmen no es como la de muchas personas mayores que apenas tienen compañía. Ella dice encontrarse bien, pero reconoce que sus dos hijos viven algo alejados, como es común en una ciudad grande como Madrid: “Siempre están pendientes de mí (…)”, explica, pero “viven lejos, a 30 y tantos kilómetros. Ellos tienen su vida”.
Soledad y vejez: un mal aceptado
¿Es natural vivir y sentirse solo en la vejez? En muchos países, como en España, muchas personas lo dan por hecho. A cualquier edad, la soledad no deseada tiene efectos nocivos para la salud, y puede ser incluso un predictor de mortalidad. El estudio La soledad de las personas mayores, de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal, hace hincapié en las diferencias de género en el envejecimiento: no envejecen igual las mujeres que los hombres, y no solamente por tener más esperanza, sino también por las condiciones socioeconómicas.
El Informe España 2020, de la Universidad Pontificia de Comillas, revela algo preocupante: la crisis provocada por el coronavirus ha hecho que el 11% de las personas consultadas confiese sentir soledad grave, frente al 5,2% que consideraba padecerla antes de la pandemia. Más del 21% de la población siente aislamiento social –el 26% leve y el 3% de modo intenso–.
La mirada de las comunidades migrantes
Sin embargo, en las sociedades comunitarias, los ancianos y ancianas viven y mueren en casa, no hay residencias de ancianos, o están menos presentes. Y eso se ha visto reflejado en las diásporas.
La revista Mugal habla del familismo como uno de los valores culturales asociados a las familias migrantes (en este caso, originarias de América Latina): este concepto “conlleva una fuerte identificación y vinculación de las personas con su familia nuclear y extensa, así como fuertes sentimientos de lealtad, reciprocidad y solidaridad entre los miembros de la misma familia”, señala.
Un ejemplo es que en España las familias migrantes se caracterizan por un alto grado de concentración doméstica (un tamaño medio del hogar elevado) y por la abundancia de hogares en los que corresiden familiares que no pertenecen a sus núcleos constitutivos, como explica el informe Las familias inmigrantes en España de la Revista Internacional de Sociología (RIS).
“Los hogares de los inmigrantes económicos —el tipo que representa a una población mayor— son definitivamente más numerosos y complejos que los de los españoles”, añade la publicación. “El mayor tamaño y complejidad de estos hogares inmigrantes hay que explicarlo por el funcionamiento de las redes familiares y por los procesos de reagrupación familiar”.
Mientras que en España el tamaño medio del hogar se sitúa en 2,50 personas, casi 50% de los hogares de familias inmigrantes presenta cuatro (27%) y cinco (22%) personas en el hogar, según el informe Familias inmigrantes en España: estructura sociodemográfica, roles de género y pautas culturales de los hijos adolescentes. Este estudio explica que las familias migrantes en España encierran un amplio abanico de formas de interrelación: la monoparentalidad femenina y, en menor medida, masculina; la unidad de varios núcleos familiares dentro del mismo hogar; las familias compuestas, las extensas reagrupadas y las transnacionales…
Y en este tipo de estructura familiar, ¿qué papel tiene la tercera edad migrante? El mismo informe dice que entre el 60% y 70% de los abuelos paternos y maternos migrantes está en sus países de origen, “ya que en muchas ocasiones representan el nodo en origen de la red familiar transnacional”, mientras que las abuelas, tanto paternas como maternas, “están [en España] en mayor porcentaje que los hombres”. Destacan el soporte afectivo que representan las mujeres (madres y abuelas) en los hogares inmigrantes.
Vejez, migraciones y vínculos sociales y familiares
Ibrahim Muhammad Abdullah, nacido en Gaza (Palestina) hace 74 años, vive en España desde hace 26. Es profesor jubilado y ahora posee en España una tienda de productos árabes en Madrid, donde trabaja desde 2005. Tiene tres hijos, un varón y una mujer.
El Sr. Ibrahim vive con toda su familia en el centro de Madrid. Tiene una casa de tres habitaciones en la que viven seis personas. Ninguno de sus hijos dejó su trabajo a pesar de que son mayores. Este palestino menciona que la falta de oportunidades laborales impidió que sus hijos se independizaran, y él es quien paga todos los costos de sus vida. Asegura estar contento con eso.
La interdependencia social que tenemos, como sociedad árabe, proviene de un punto de vista islámico, ya que la religión insta a honrar a los padres, cuidarlos, cuidarlos y ser amables con ellos, opina Ibrahim. Más bien, lo hacen desde el lado humano y moral, señala. “La madre es la razón para entrar al Paraíso, y si los hijos desobedecen a sus padres, el castigo en este mundo puede apresurarse hacia él. Los lazos familiares son mucho más fuertes que en algunas sociedades extranjeras”, añade.
Sus hijos, aunque han vivido toda su vida en la sociedad española, tienen el mismo pensamiento que él. “Cuando estoy enfermo o triste, todos mis hijos no me dejan ni un segundo y duermen a mis pies”, cuenta. “Se quedan despiertos por las noches para cumplir cualquier cosa que les pida, porque saben que la satisfacción del padre y la madre es la razón del éxito en la vida y la felicidad”.
Una vejez acompañada
En la búsqueda de una vejez sin soledad, y cuando la familia vive algo alejada, las redes vecinales y de proximidad son especialmente importantes. En el caso de Carmen, en un edificio donde la mayoría de los vecinos tiene una edad similar y muchos viven solos como ella, se ha creado una especie de comunidad que se acompaña mutuamente.
“Esta colonia se ha quedado colonia de personas mayores”, dice Carmen. “Aquí en esta casa somos todos mayores. La familia toda se ha ido casando y se ha ido yendo, estamos aquí los padres”. Ahora, hay algunas parejas ancianas, otras personas viudas, muchas reciben visitas familiares pero también tienen asistentas. Gran parte de los vecinos llevan en ese edificio en torno a seis décadas y se conocen bien.
“Aquí todos vivimos solos. Es algo normal, todos nos apreciamos, yo si necesito algo llamo a cualquiera o me llaman a mí y nos apañamos todos juntos. Estamos todos muy unidos. Desde abajo hasta arriba, muy unidos”.
En los últimos años, hay cada vez más iniciativas para evitar la vejez en soledad y algunas no pasan necesariamente por las redes familiares: por ejemplo, la Fundación Amigos de los Mayores apuesta por impulsar herramientas de participación ciudadana como el voluntariado intergeneracional y de acompañamiento afectivo, así como regenerar los lazos vecinales en los barrios. La Fundación Pilares propone fomentar la construcción e interrelación con las redes de apoyo y crear redes de amistad con programas de voluntariado o programas intergeneracionales.
Otra iniciativa son las viviendas colaborativas (el llamado cohousing) para personas mayores, cuyo origen está en los años 60 pero que poco a poco se van implantando en España. Se trata de apartamentos independientes que cuentan con zonas y servicios comunes, como alternativa a las tradicionales residencias, y cuyos mejores ejemplos son el de Santa Clara (Málaga) y Trabensol (Madrid).
Si bien el objetivo de todos estos proyectos es vivir de una forma menos individualista y solitaria, y disfrutar de una vejez lo más autónoma y acompañada posible, las comunidades migrantes enseñan otra forma de tratar y cuidar a sus personas ancianas. Y esas redes de cuidados, que en su inmensa mayoría recaen en las mujeres, en ocasiones operan entre fronteras.
Marlene es una de esas muchas mujeres que cuida a personas que no son de su familia. Boliviana de 48 años, vive en Madrid, donde trabaja para servir de apoyo económico a sus hijos, pero tiene a toda su familia en su país de origen. “Yo estoy sola aquí, sin familia, sin hijos, sin nadie”, dice.
Aunque su madre está lejos, aquí trabaja cuidando a personas mayores y lo hace pensando en ella: “Yo tengo a mi madre y la respeto mucho, la quiero mucho, doy todo lo mejor de mí hacia ella. A mí me gustaría que hagan lo mismo con mi madre”.
Reconoce que en su país el cuidado a la tercera edad es muy distinto. “Allá ninguna persona mayor vive sola. Viven con los hijos. Los hijos se hacen cargo de los padres”, dice.
“Aquí es muy triste”, reconoce. “A la mayoría de los hijos le estorba una madre. Es lo que yo veo. Y lamentablemente es muy triste que una persona mayor se tenga que ir a una residencia. Eso para mí es lo peor. Allá en mi país no es así, allá incluso no hay residencias. Porque todos nos ocupamos de nuestras madres hasta que fallecen. Todos”.
En español
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