Ismail Haboub, un joven procedente de Siria, intenta cruzar el mar desde Argelia hasta España con la esperanza de llegar al suelo seguro que ve en el continente europeo. Carga a su espalda con un largo viaje. Desde que logró llegar a Libia y se adentró en el mar para cruzar a Italia, fue detenido y terminó en las cárceles libias. El movimiento migratorio es como un río: cuando se corta su camino, desborda y toma rutas alternativas. Haboub, como el río, se vio obligado a cambiar su ruta migratoria.
Comparte la ruta con su amigo Muhammad Abu Adel, que define la experiencia como “trágica”. Juntos salieron de Siria, llegaron a Líbano, después a Libia y, por último, a Argelia. A través del teléfono, explican a Baynana que lo más difícil lo vivieron en territorio libio. Al llegar allí junto a decenas de refugiados sin refugio, no tuvieron más opción que ponerse en manos de las mafias que trafican con personas en el Mediterráneo.
Mientras estaban en medio del mar, iban con ellos en la misma embarcación varias personas migrantes de diferentes nacionalidades. En su mayoría del continente africano, con el sueño compartido de sobrevivir. La Guardia Costera Libia, apoyada por Frontex y financiada por la Unión Europea, les interceptó y les llevó a prisión sin haber cometido ningún delito.
La situación de las personas migrantes en Libia es infrahumana, como informó Baynana recientemente. Para Haboub y Adel es duro hacer memoria. Su paso por la cárcel está repleto de tortura. Allí les robaron todo lo que tenían, incluidos sus documentos. Ya eran “nadies”, que diría Eduardo Galeano, y ahora eran “nadies” sin siquiera un documento que acreditase su identidad. Durante 35 días, no comieron otra cosa que macarrones fríos, siempre compartiendo el plato con cinco o seis personas, explica Adel.
Como estos dos jóvenes sirios, miles de personas se ven en una situación similar en su intento por conseguir asilo y una vida segura. Siguen persiguiendo el sueño europeo, pero ahora se ven obligados a cambiar de recorrido. Ya no aspiran a llegar a Italia desde Libia. Tienen demasiado miedo a las cárceles de ese país sumido en el caos. Ahora quieren llegar a España desde Argelia. Es su única esperanza para conseguir una vida mejor. Han pasado más de 10 años desde que estalló la guerra en su país. Llevan demasiados años tratando de escapar de la muerte. El amor por sus familias y a la vida les da fuerzas para seguir adelante. No se rinden.
Los cambios de ruta son frecuentes en los flujos migratorios y hay muchas razones para entender esto, explica la experta e investigadora de políticas de emigración y asilo Gemma Pinyol Jiménez. Uno de los más destacados es, precisamente, el rumbo de las políticas migratorias en los países de destino. También influyen de manera notable los mecanismos e instrumentos de control migratorio, como el refuerzo de Frontex y su cooperación con las autoridades libias. Otros factores a tener en cuenta son la situación meteorológica e incluso la actividad de las redes organizadas de tráfico, señala Pinyol.
Esta experta concluye que esto significa que las rutas se van moviendo y adaptando, y que es algo habitual, porque tiene que ver con todas estas circunstancias. Añade Pinyol que en el caso de Libia, “la situación cada vez es peor los migrantes, que intentan evitar ese país al máximo”.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) subrayan que Libia no es un lugar seguro y que nadie debe ser devuelto allí después de haber sido rescatado en el mar. Según el derecho marítimo internacional, una persona rescatada debe ser desembarcada en un lugar seguro, lo que deja fuera de la lista de opciones a Libia.
ACNUR y la OIM señalaron que la Guardia Costera de Libia devolvió al país a más de 13.000 personas en 2021, una cifra que supera el número de interceptaciones, rescates y desembarcos en todo 2020, con cientos de personas fallecidas en el mar cuando trataban de llegar a Italia. Mientras, la Unión Europea sigue proporcionando más dinero a Libia a sabiendas que allí las autoridades retienen a los migrantes en malas infrahumanas.
Los dos jóvenes sirios que buscaban un lugar de refugio lograron salir de la cárcel de migrantes en Libia tras una mediación y después de pagar cada uno 2.000 dólares a las milicias libias tras dos meses y medio de detención. Adel afirma que «el problema es que entras en prisión ilegalmente y sales ilegalmente, y te tratan de manera inhumana». Después de esta dura experiencia, los dos jóvenes decidieron de una vez por todas no ir a Italia, por temor a ser arrestados nuevamente por la Guardia Costera de Libia y volver a ser encarcelados.
De Libia a Almería pasando por Argelia
Estos dos amigos, acompañados de otros migrantes de diferentes nacionalidades, contactaron a contrabandistas para pasar escondidos desde Libia a Argelia a través de caminos en mitad del desierto. Tuvieron que pagar 1.700 dólares cada uno, a falta de vías legales para moverse. Según Adel, los traficantes, con sus autos llenos de migrantes irregulares que iban cambiando cada cierta distancia, conducían muy rápido, a pesar de que las carreteras no estaban pavimentadas. Este joven sirio se estremece al recordar que hacía mucho frío. El último tramo hasta llegar a Argelia tuvieron que hacerlo a pie. Hasta el día de hoy, no hay estadísticas sobre el número de personas que se dirigen desde Libia a Argelia, ni cuántas mueren en el intento.
4.404 personas perdieron la vida en 2021 en las rutas de acceso a España, según el informe Monitoreo del derecho a la vida 2021 de Caminando Fronteras. Este documento confirma que las muertes en las rutas hacia España aumentaron un 102,95% con respecto a 2020 y señala que las políticas de control migratorio incrementan de forma exponencial la mortalidad en las fronteras. Además, el 94,8% de las víctimas de las rutas migratorias hacia España desaparecen en el mar sin que se recuperen sus cuerpos, según el mismo informe.
Expertos y parte de la ciudadanía creen que la ruta entre Libia e Italia es más peligrosa que la que separa Argelia de la costa española, pero el testimonio de estos jóvenes dibuja una realidad diferente. «Nos quedamos en Argelia durante más de dos meses, esperando que las olas del mar se calmaran. Después de eso, salimos con uno de los pasantes en un pequeño bote motorizado. El conductor del bote se perdió. Era argelino y él tenía mucho miedo. Uno de los migrantes tomó el timón y antes de que llegáramos a la orilla, a unos 10 kilómetros, el motor de la lancha falló y tuvimos mucho miedo de morir en el mar, pero al final sobrevivimos milagrosamente”, explica Haboub. La vivencia de estos dos jóvenes prueba que aplicar políticas antimigratorias más restrictivas “aumenta el riesgo para el migrante”, como señala la experta Pyniol.
España no es el objetivo
Para muchas personas migrantes, España solo es un lugar de paso en su ruta hacia otros países de Europa. En el caso de los sirios, la preferencia es llegar a Alemania, Holanda y Reino Unido, principalmente. Actualmente hay solo 16.068 refugiados sirios en territorio español, una cifra muy inferior a la de los países mencionados.
Desde Barcelona, los dos jóvenes sirios explican a Baynana que ahora se sienten seguros, pero que no se quedarán en España porque los refugiados sufren mucho por la falta de oportunidades laborales y el futuro incierto aquí. En su última comunicación con este medio, Adel y Haboub cuentan que por fin han conseguido llegar a Alemania, donde esperan tener un futuro mejor. Ambos han pedido asilo al Gobierno alemán y respiran aliviados: sienten que han escapado de una muerte casi segura en Siria y que los peligros del viaje quedaron atrás. Por fin, estos dos jóvenes tienen una segunda oportunidad.
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