Ebbaba Hameida: «Las personas extranjeras podemos aportar al periodismo una riqueza tremenda»
La sociedad española es multicultural. Los medios de comunicación españoles, no. Una de cada diez personas que viven en España nació en otro país, pero sigue siendo difícil encontrar a ciudadanos de origen extranjero en las redacciones españolas. Ebbaba Hameida es una excepción. La voz de esta joven periodista saharaui de 27 o 28 años, –aunque “no se sabe muy bien, porque nací en el desierto”, explica– llega a millones de personas a través de las ondas de Radio Televisión Española, donde ejerce como redactora, reportera y locutora.
Hameida nació en los campamentos de refugiados de Tindouf (Argelia), donde hasta la fecha sobreviven casi 200.000 personas. Sus familiares, como tantos saharauis, eran españoles de pleno derecho, pero en 1975 el entonces príncipe Juan Carlos ordenó abandonar la provincia del Sáhara y, tras una cruenta guerra, Marruecos logró hacerse con el control de la mayor parte del territorio. A finales de 2020, 45 años después, el Ejército marroquí y el Frente Polisario, movimiento de liberación saharaui, volvieron a las armas. Hameida sonríe y trabaja sin descanso mientras su teléfono echa humo, pero carga consigo el peso de la distancia y del silencio informativo que cubre los asuntos del Sáhara.
Muchos jóvenes de origen extranjero –y nacionales también– ven en Hameida una fuente de inspiración y un ejemplo a seguir. Sus allegados más próximos saben hasta qué punto esta periodista ágil, inteligente y comprometida debe luchar día a día para salir adelante. Hameida responde con velocidad y contundencia a Baynana sobre este y otros asuntos.
Pregunta: ¿Por qué decidió ser periodista?
Respuesta: Yo en principio no sabía que iba a estudiar periodismo. Mi padre me insistía en que tenía que hacer Medicina, por [la situación de] los campamentos y que además yo salí por motivos de salud. Le parecía más útil. Pero con el paso del tiempo, a medida que yo iba creciendo y veía que mi historia la tenía que contar una y otra vez, y no sólo la mía, sino la de mi familia, la de mi gente… Veía que aquí había mucho desconocimiento también. Le dije a mi padre «creo que el periodismo también puede ser necesario». Y ha sido una decisión de la que no me arrepiento. A mí el periodismo me ha ayudado muchísimo a situarme y a comprender dónde estoy, en qué mundo vivo.
P: Periodista, mujer, árabe, saharaui… Hay pocos extranjeros en las redacciones españolas, ¿qué opina al respecto?
R: Yo creo que es un reto. Que haya tan pocos periodistas extranjeros o de otras culturas no refleja lo que es la realidad de este país, un país donde hay mucha emigración, una sociedad muy diversa. A mí me chocaba mucho, sobre todo cuando veía que no hay ni siquiera latinoamericanos. Y yo decía, “pero, ¿cómo puede ser? España, con esta relación con América Latina, que haya tan poco…”. Fue impactante. Recuerdo que las primeras veces en la radio, mi acento sonaba distinto y yo era distinta. Y eso no debería de llamar la atención.
P: ¿Cómo es ser mujer y extranjera en una redacción española?
R: Personalmente ha sido muy difícil. Primero, porque yo no tenía el respaldo potente del idioma. Es verdad que hablar tres idiomas, que tener en una redacción a gente que conoce otros idiomas, y sobre todo el árabe, era muy atractivo. Pero también es verdad que el periodismo se hace codo a codo con la filología hispana. Castellano puro y duro. Para mí, ha sido uno de los obstáculos más importantes. El resto, pues es difícil, como lo ha sido la vida de cualquier persona que emigra y que llega a otro país y empieza de cero. En este mundo que se mueve, como dicen, por contactos… Siempre recuerdo que yo vine a Madrid, no conocía absolutamente a nadie y me metí en una facultad sin saber ni siquiera qué iba a ser de mí. Llegar hasta aquí por supuesto que ha sido un camino largo, de muchos baches y poco a poco, pero me reconforta ver que se puede.
P: El Sáhara está en guerra con Marruecos. A menudo usted cubre migraciones y trata con muchas personas marroquíes. ¿Cómo se las apaña para separar a la ‘Ebbaba ciudadana y saharaui’ de la ‘Ebbaba periodista’?
Me considero una persona empática. Siempre me cuesta mucho buscar un equilibrio. Para mí, es un reto encontrar el equilibrio entre la Ebbaba periodista y la Ebbaba humana, persona. Eso cuesta mucho y más cuando tratas temas tan difíciles. Me estoy dando cuenta, por ejemplo, con el tema migratorio, de que hay historias que impactan y que luego hay que contestar a muchas personas, con fuentes, con datos… También cuestionar a las personas que tienen el poder de decisión. Hay que contárselo a la ciudadanía, y más cuando trabajas en un medio público. Ahora, la Ebbaba saharaui y la periodista Ebbaba… Es muy difícil de separar. Por eso siempre evito tratar el tema del Sáhara como profesional. Si hablo del Sáhara, me gusta que la gente, los lectores o la audiencia sepan que soy saharaui y desde qué perspectiva hablo. Justo cuando en noviembre estalló la guerra, me pidieron escribir un artículo. Una gran maestra me dijo que la mayor objetividad está en que el lector sepa desde qué punto de vista estás escribiendo. A mí este conflicto me ha marcado, y ha marcado la vida de mi familia y ha marcado todo… Yo soy quien soy por haber nacido en estos campos de refugiados. En el tema del Sáhara doy opinión, pero nunca daré una información y diré que esa información es objetiva, neutral… No, no, me parecería incoherente.
P: ¿Cómo es para usted vivir la guerra en el Sáhara desde la distancia?
R: Al principio, cuando me enteré de la guerra… Para mí noviembre fue de los peores meses de mi vida. Fue terrible porque a uno le dicen ‘guerra’… Los compañeros de Baynana saben perfectamente lo que es una guerra. Una se asusta y piensa en Siria, y piensa en los campos, y piensa en lo que puede pasar. Ha sido muy, muy duro. Lo que no sabíamos es que iba a ser un conflicto, unos ataques, un intercambio de ataques a lo largo del muro que no iba a ser de esas dimensiones que al principio nos pareció, con el ejército de Marruecos penetrando, el Polisario respondiendo. Parece que al final se contuvo. Está en el muro [la guerra]. En el muro no hay población civil. A mí eso sí que me tranquiliza bastante. Desde el momento en que evacuaron a todos los civiles que vivían en territorio liberado, para mí fue una tranquilidad. Desde que mi abuela retrocedió también hacia Mauritania, para mí ha sido una tranquilidad. Pero bueno, de vez en cuando sí que nos llegan noticias. Es muy difícil hablar de un conflicto que lleva tantos meses, que no hay imágenes, en plena pandemia, que no hay periodistas, que no se ha podido contar. Te llega una información por parte de familias que te dicen que ha habido un herido, o que ha habido un fallecido en los combates… Y sobre todo, como periodista siento mucha impotencia.
P: ¿Ha vivido racismo en España y en el ejercicio del periodismo?
R: Creo que me ha salvado ser indiferente al racismo. Eso es muy importante para mí, porque yo sí que sentía que yo tenía las mismas capacidades que los demás. He hecho mucho oído sordo al racismo y que aunque lo he visto, nunca le he querido dar importancia. Para protegerme. Decir «esto no quiero escucharlo, esto no ha pasado». Pero yo he sufrido mucho racismo. En Italia pasé unos años terribles de mi adolescencia porque la familia que me acogió decidió inscribirme en un liceo que era de clase alta. Era en pleno centro de Roma, en un barrio bastante conservador. Yo era la única extranjera en el liceo y todos los días me escribían «Italia para los italianos, no para los extranjeros de mierda». Aquella experiencia fue traumática. Fue uno de los motivos que me llevaron también a huir de Italia. Y cuando tuve la oportunidad de venir a España a estudiar y a formarme, decidí que el único camino posible era ser indiferente al racismo. Puede que lo sufra, se ve de vez en cuando, se nota, pero yo paso. No quiero saberlo. A mí que me digan otras cosas, que me digan, como persona extranjera, que es lo que tengo que mejorar, al igual que a mis compañeros españoles; que me digan si en un trabajo hecho algo mal o algo mejorable, como periodista profesional. Pero que sea como extranjera… No lo tolero y eso ha sido una una salvación: ser indiferente al racismo.
P: ¿Qué le diría a los chavales extranjeros o hijos de migrantes que deciden ser periodistas?
R: A las personas de origen extranjero que estén en España, que estén a punto de acceder a la universidad y que quieran estudiar periodismo, les animaría porque son voces imprescindibles. No es una elección, es un deber también si realmente queremos un periodismo que refleje la sociedad en la que vivimos. El periodismo se hace con los demás, con historias que nos cuentan otras personas. Esas personas extranjeras que viven aquí… Tenemos acceso a otras fuentes, a otras historias, visiones, culturas. Lo que podemos aportar al periodismo es una riqueza tremenda. Nos tenemos que sentir totalmente legítimos, seamos extranjeros o españoles, de estudiar lo que queramos. Al final, el periodismo es la profesión que más se nutre del otro. ¿Por qué no se va a nutrir de esa mirada de una persona migrante, de una persona con su propia historia?
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