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Otro invierno sin luz en la Cañada: frío, enfermedades y red comunitaria lucha

Sin luz por tercer año y sin centro de salud, los vecinos y vecinas atraviesan los meses más fríos "Hay bebés con síntomas de congelación".

Celia Vidal -Okba Mohammad

Houda Akrikez presidenta de la asociación cultural Tabadol y miembro de PlataformaLuz cañada y cabeza visible del sector 6 de este barrio para los medios nacionales e internacionales, ha preparado té. Se pone el abrigo y sale de casa para ver a su vecina, Lidia Fernández, y a su familia. Las casas de los Fernández están juntas, las rodea una pared con un grafiti de una bombilla encendida con un corazón dentro. Al atravesar la puerta huele a lumbre y lucha.

Lidia tiene 38 años. Recoge restos de muebles para mantener vivo el fuego en casa. No quiere que se escape el calor. La falta de calefacción, desde el corte de la luz que sufre Cañada desde el 2 de octubre de 2020, está provocando enfermedades respiratorias a los niños. Los veteranos con enfermedades crónicas, como su padre, también tienen problemas para refrigerar los medicamentos o conectar el respirador.

El hijo pequeño de Lidia tiene 12 años y varias patologías. Usan un generador de gasoil para mantener encendida la nevera en la que guardan los medicamentos. A pesar de la urgente necesidad, no pueden permitirse dejarlo encendido durante mucho tiempo.

En su familia los problemas de salud por el frío son recurrentes. Su nieta de 5 meses ha pasado cuatro veces por el hospital, todas por bronquiolitis. “Al bebé no podemos meterlo en el agua, nos da miedo que coja frío. Lo lavamos con una esponja húmeda”, dice Lidia. La madre de la bebé es la hija mayor de Lidia, tiene 22 años y saluda a Houda riéndose: “Son como mis hermanas”. Según Save The Children hay 1.800 niños y niñas viviendo en el sector 6 de Cañada.

La Cañada Real que está a 18 km del centro de Madrid, es uno de los asentamientos irregulares más grandes en el suroeste de Europa. En él viven más de 8000 personas según calculan ONGS, la mitad de ellas entre los sectores 5 y 6. Son los sectores que están sin luz desde el 2 de octubre de 2020

Por ese motivo, Akrikez fue a Bruselas junto a otras dos activistas de la Plataforma Cívica en noviembre de 2022 para denunciar de manera “reivindicativa” la situación que se está viviendo en Cañada. “Confiamos mucho en las leyes y las normativas de derechos humanos y sociales”, dice a Baynana. “Creo que vamos en el camino correcto porque todas las puertas que hemos tocado nos han dado la razón y la realidad es que, a estas alturas, ya se ha notado la fuerza que tienen las vecinas y los vecinos”.

Houda Akrikez, a la izquierda, junto a otras vecinas en una concentración frente de la asamblea de Madrid para pedir la devolución de la luz. 15 de diciembre de 2022. Okba Mohammad 

El 15 de diciembre de 2022 el Gobierno de España desatendió la Carta Social Europea que obligaba al Estado a devolver la luz a esta población de la Cañada.

“La Carta Social Europea es un tratado internacional, se trata de un instrumento jurídicamente vinculante para el Estado. Es obligatoria. Pero es un tratado a la carta. Es decir, es muy flexible y permite al Estado construir un traje a medida de qué obligaciones se compromete a cumplir”, explica Amelia Díaz, profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Granada.

Díaz diferencia entre comité y tribunal. “Esto es un Comité que supervisa y ejerce presión, pero las medidas inmediatas no son cautelares. Se está colocando al Gobierno ante el escrutinio internacional”.

Baynana se ha puesto en contacto con la distribuidora eléctrica UFD (Unión Fenosa Distribución) del grupo Naturgy. En un correo la compañía asegura que “está a la plena disposición de todos los afectados para asesorar y explicar cómo deben proceder para solicitar su conexión legal a la red” y que también “ha facilitado a los vecinos del sector 6 el detalle de las gestiones precisas para la contratación del suministro”. Akrikez responde: “Sí, pero nos piden requisitos que saben que no tenemos, como las inscripciones de las casas. Son cosas que saben que no tenemos”.

¿Cómo es la atención médica en Cañada?

La alternativa de calefacción para la gente en Cañada son las chimeneas y estufas de leña. El humo resulta perjudicial para la salud de los vecinos de Cañada y aún peor para la infancia.

La hija de Lidia pone sus manos cerca de la estufa después de entrar desde fuera con frío. Okba Mohammad

Akrikez ha estado enferma varías veces, durante la entrevista lo está, pero le indigna más la situación de los bebés en Cañada: “Yo, como persona mayor con fortaleza de cuerpo, aguanto bastante. Lo que me duele muchísimo es que se haya ingresado a dos bebés por síntomas de congelación”, dice. Se refiere a los niños de Lidia y Yolanda, otra vecina.

No existe un Centro de Salud para los habitantes de Cañada, por eso hay un servicio de atención primaria que viene del Centro de Salud de Vallecas y solo está activo por la mañana. Si alguien se pone enfermo en otro momento tiene que ir al hospital más cercano, el Infanta Leonor, que está a 12 km, donde el trato de los sanitarios “es muy bueno”, según Lidia.

“Los vecinos que no tienen coche van caminando o se apoyan en otros vecinos con vehículo”, dice Akrikez, que habla de la importancia de la red comunitaria en Cañada. En el caso de emergencias comenta que algunos de los equipos de ambulancias se quedan esperando en la rotonda a un coche de policía y otros entran directamente: “Si la prensa habla de droga, de narcotraficantes, la gente piensa que nada más entrar les van a recibir con pistolas”. 

El ruido del generador está continuamente presente. Lidia coge varios papeles de un cajón. Son todos los informes médicos de su nieta. “El nieto de Yolanda ha estado 15 días ingresado”, cuenta. Yolanda es otra vecina, hoy no está en casa.

“Aquí hay muchos como yo”

Lidia, la hija de José y Akrikez, hablan de grietas y goteras. La casa, construida hace 25 años, no está adaptada. En ese hogar se han casado todos los hijos. La limpieza desde que no hay electricidad es otro cantar. Salud, la madre de Lidia, lava la ropa a mano, valiéndose de una gran piedra que encontró en el campo, como muestran sus manos hinchadas y cubiertas de llagas.

Las manos hinchadas de Salud Fernández por lavar demasiado la ropa a mano. Okba Mohammad

En la casa de al lado viven los padres de Lidia. En el salón hay una chimenea, la pared es roja y cálida. José está sentado en una silla verde y se encarga de que el fuego no se apague. El hombre ha perdido 24 kilos en 2 meses, cree que es por las pastillas de la diabetes, pero no está seguro. Ahora sale a por leña y palés. Tiene la pensión no contributiva, 480 euros al mes. Para llegar a fin de mes recogía cartón y lo vendía, pero con lo barato que está ahora, a 4 céntimos el kilo, ya no le merece la pena.

Llenar la furgoneta de 200 kilos se traduce en 12 euros y la gasolina ahora supone 10 euros al día. José también tiene apnea y debería pasar 16 horas conectado a un ventilador pulmonar que funciona con electricidad. Pero desde que no hay electricidad lo tiene tres horas o dos horas, según dice su hija Lidia. “Aquí en la Cañada hay muchos como yo”, dice José levantando la voz.

José Fernández se sienta junto a la chimenea y revuelve las brasas para mantener el fuego encendido. Okba Mohammad

Salud está sentada en la otra silla verde que hay al lado del fuego, invita a la gente a conocer su realidad: “Que vengan a mi casa, con respeto, pero que vengan”. Hasta hace un par de años se negaba al realojo, “lo firmaba con la sangre de mis venas, que yo de aquí no me movía”. Desde que no hay luz ha cedido: “Que nos lleven de aquí”.

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