Del miedo a la solidaridad. Los ecuatorianos en España se reúnen para pedir un alto a la delincuencia
La escalada de violencia en el Ecuador y la declaración de un conflicto armado interno el 9 de enero, ha puesto en alerta al colectivo migrante, que busca soluciones en medio de la incertidumbre
Banderas tricolor flamean en medio de la Puerta del Sol, en el corazón de Madrid. La noche fría del 12 de enero no ha impedido que cerca de un centenar de ecuatorianos residentes en España se reúnan para mostrar solidaridad con los cerca de 17 millones de compatriotas que al otro lado del océano, en Ecuador, sufren los embates de la inseguridad y la delincuencia. Solo en 2023 se registraron 7.497 asesinatos, lo que quiere decir que “cada 24 horas se produjeron 21 muertes violentas y que una persona fue asesinada cada 69 minutos” según el periódico digital Primicias.
Ecuador pasó de registrar 13,7 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2021 a 43 asesinatos por cada 100.000 personas, lo que lo ha colocado entre los tres países más violentos de la región, junto con Venezuela y Honduras, de acuerdo al más reciente informe emitido por Human Rights Watch.
“Mucha gente piensa que porque vivimos en España estamos seguros. No es así, no tendremos paz mientras nuestras familias estén en peligro”, comenta José Luis Álvarez en medio de una multitud de asistentes a la manifestación. Para este ecuatoriano residente en España desde hace más de 20 años, lo que está pasando en el país sudamericano es insólito.
Álvarez se refiere a la escalada de inseguridad que vive Ecuador y que ha encontrado su punto más alto el 8 y 9 de enero. Primero fue el secuestro de 170 personas, (entre empleados de seguridad penitenciaria y personal administrativo) en siete cárceles del país. Esto llevó a Daniel Noboa, actual presidente de Ecuador, a decretar un estado de excepción con toque de queda de 23.00h a 05.00h durante 60 días.
El conflicto a nivel nacional se intensificó el 9 de enero con la toma del canal de televisión TC por miembros de bandas delictivas, así como una serie de atentados en varios establecimientos públicos. Ese mismo día, la presidencia del Ecuador determinó la existencia de un conflicto armado interno e identificó a al menos 22 “grupos del crimen organizado transnacional” como “organizaciones terroristas”.
He firmado el decreto ejecutivo declarando Conflicto Armado Interno e identifiqué a los siguientes grupos del crimen organizado transnacional como organizaciones terroristas y actores no estatales beligerantes: Águilas, ÁguilasKiller, Ak47, Caballeros Oscuros, ChoneKiller,… pic.twitter.com/rVfSTFmHlG
— Daniel Noboa Azin (@DanielNoboaOk) January 9, 2024
Para la locutora de radio, Rossmery Flores, ese 8 de enero fue una pesadilla. “Tuve un ataque de nervios en mi cocina. Miré el móvil y el miedo se apoderó de mí en cuanto supe que mi padre estaba a unos metros de distancia del coche bomba que colocaron en Chillogallo [al sur de Quito]”, recuerda angustiada. Flores salió de Ecuador hace más de 20 años, pero, aunque su cuerpo está en Madrid, su corazón sigue conectado con su país. “Allí están mi padre y mis tíos. Nuestra realidad ahora es el temor, la angustia y la frustración de no poder hacer nada por ellos”, lamenta.
Un país secuestrado por el narcotráfico
Las voces se entremezclan en medio de la concentración convocada por la Asociación Rumiñahui, una organización que reivindica los derechos de las personas migrantes residentes en España. Entre la gente, una joven pareja revisa con nerviosismo el móvil. “Estamos preocupados, un familiar nuestro ha sido secuestrado. Hemos tenido que hablar con los delincuentes y lo peor es que no tenemos dinero para pagar lo que nos piden”, afirma afligido el ecuatoriano Xavier Medina, que salió hace 25 años de La Maná, su ciudad natal.
Para Chris Dalby, director del grupo de periodismo de investigación especializado en crimen organizado World of Crime, la clave para entender la crisis de seguridad en el país latinoamericano es su ubicación estratégica. Ecuador se encuentra en medio de Colombia y Perú, países productores de cocaína, además, la disposición geográfica de las zonas costeras con salida hacia el Pacífico es clave para el transporte de la droga hacia Estados Unidos, pero también hacia Europa, Medio Oriente y Australia.
Para Dalby, la fragilidad del sistema de seguridad nacional del Estado, más la vulnerabilidad de las zonas más golpeadas por la pobreza y la desigualdad social, se han convertido en un caldo de cultivo para la proliferación de nuevas bandas delictivas que se disputan las rutas de transporte de narcóticos. “Ya en 2020 vemos que cada vez hay más rivales que quieren unirse al transporte de drogas. Vemos más armas entrando al país porque los cárteles mexicanos empiezan a pagar por la cocaína con armas. Mientras que las cárceles se convierten en las bases de operación de las pandillas”, explica a Baynana desde la sede de la organización en Países Bajos.
Coincide con él Anastasia Austin, investigadora de InSight Crime, una fundación dedicada al estudio y a la investigación de amenazas para la seguridad nacional y ciudadana en América Latina y el Caribe. “Lo que hemos visto esta semana es solo la evolución de la delincuencia organizada en el país. Empezaron trasladando la droga para las organizaciones transnacionales del narcotráfico, pero una vez alimentados por los ingresos de la cocaína, se hicieron más sofisticados y poderosos durante más de una década”.
Ciudades como Manta, Esmeraldas, Chone, Manabí, ubicadas a orillas del Pacífico, son los puntos calientes de la delincuencia y en donde se han concentrado las más altas cifras de homicidios a nivel nacional. En el informeEl Ecuador pierde el control contra el crimen, publicado en InSight Crime se desgranan algunas cifras: solo en 2023, Guayaquil, considerado el principal puerto y centro del narcotráfico, tuvo un incremento del 80% de asesinados a finales de noviembre. “En la provincia interior de Los Ríos, ubicada en una ruta de tráfico de drogas desde la frontera con Colombia hasta Guayaquil, los homicidios aumentaron un 153%. Mientras que Esmeraldas, ubicada al noroeste del país, se ha convertido en uno de los centros urbanos más mortíferos de toda América Latina”.
Una crisis dentro de la gran crisis
Mientras la manifestación avanza, Aracely Ucles, que reside en España desde hace dos años, canta con nostalgia el himno de Ecuador. Se le quiebra la voz y llora. “Mi país es tan hermoso, está lleno de gente buena, me duele que esté pasando esto”, manifiesta. Ucles cuenta que ahora la criminalidad “no mira si tienes o no dinero, de todas maneras, te extorsionan”. Para esta ecuatoriana salir del país fue una solución para encontrar una estabilidad financiera y sobre todo para huir de la delincuencia.
Las bandas criminales “se han dedicado a expandir su acción hacia otros negocios como la extorsión, el sicariato, la minería ilegal, el tráfico de armas”, expone Glaeldys González, experta en Ecuador del organismo independiente International Crisis Group.
Para González, el problema fundamental que atraviesa el país es que la extorsión y el sicariato han penetrado en lo más profundo del país, afectando también a personas de muy bajos recursos económicos. “Vemos que incluso los vendedores callejeros, que no ganan lo suficiente para subsistir, son manipulados y extorsionados por estas bandas”, concreta.
Todo esto ha hecho que se desencadene una crisis humanitaria dentro de la gran crisis de seguridad. González habla de “una salida masiva de ecuatorianos que se ven obligados a migrar hacia Estados Unidos atravesando el Darien”. Tanto es así que en 2022 fueron la segunda nacionalidad que se arriesgaba a atravesar esta selva tropical que divide a Colombia y Panamá, pasando de 15.000 en 2019 a más de 104.000 en 2023, según el Instituto de Política Migratoria.
Lo interesante, explica la experta, es que quienes salen “temen más por su vida en Ecuador que todos los peligros que acarrea adentrarse en esta selva”. Los riesgos están documentados por Naciones Unidas. Asesinatos, desapariciones, tráfico, robo, intimidación, violaciones y abusos sexuales por parte de grupos del crimen organizado son algunos de los peligros a los que se enfrentan quienes atraviesan por tierra esta ruta.
En Madrid, los migrantes ecuatorianos (119.885 de acuerdo a los datos del INE de 2023) se preguntan cómo ayudar. “Yo voy a traer a mi madre a España. Allá está confinada, como en los tiempos del covid, solo que esta vez el virus son las mafias y lo que mata son sus balas”, esboza la guayaquileña Mayra Toledo mientras se mimetiza entre la multitud. De fondo un grupo reza a todo pulmón “Que viva Ecuador libre de delincuencia, un Ecuador de paz”.
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