El relato “incómodo” de Nadia Hafid
A través del cómic, esta artista e ilustradora de ascendencia marroquí, aborda realidades como la inmigración, la ira, la soledad o la discriminación
Nadia Hafid es una artista española de ascendencia marroquí que se ha posicionado en los últimos años como una de las ilustradoras más prometedoras del panorama nacional consiguiendo el premio a la mejor autora emergente de la Asociación de Críticos de Cómic 2020, por su obra El Buen Padre, en donde aborda temas como la inmigración marroquí de los años 90, el racismo, la discriminación y los roles sociales. Dos años después, obtuvo el premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España (RNE), por Chacales. Ha publicado sus diseños en medios como The New York Times, Washington Post, The Economist y El País.
La artista e ilustradora Nadia Hafid (Barcelona, 34 años) descubrió muy temprano su fascinación por el cómic. La influencia de la televisión de los años 90 y la proyección de series animadas japonesas conocidas como manga despertaron en ella la curiosidad por este arte. Un día, recuerda Hafid, descubrió que esos dibujos que tanto le gustaba “ver en la tele” estaban dentro de libros.
“Cada fin de semana mi hermana y yo visitábamos la biblioteca. Un día encontramos varios cómics de varios estilos, europeo y americano. Algunos tenían contenidos que para nuestra edad no tocaba, pero lo cierto es que me quedé prendada del cómic como herramienta de expresión”, dice, con una sonrisa que le llena la cara.
Desde entonces, no ha podido separarse de esta forma de expresión. “Empecé a pedirle a mi madre que me comprara un cómic cada vez que iba al quiosco. Me ilusionaba verme frente al caballete y desde muy pequeña empecé a hacer mis propios tebeos”, asegura, aunque reconoce que esta efervescencia se vio opacada tras iniciar sus estudios en la carrera de Bellas Artes en Barcelona. “En la academia siguen existiendo varios prejuicios sobre el cómic, en donde se le ve como muy estanca. En ese momento sentía mucha presión y dejé de lado el cómic”, asegura.
Pero ella misma reniega de ese momento. Durante el último año de la carrera y tras empezar a trabajar en una librería las circunstancias la volvieron a colocar frente a su pasión. “La vida son muchas casualidades. En la librería empecé a explorar nuevos autores que trabajan un cómic más experimental, menos encorsetado, así que me pregunté por qué lo había dejado y decidí volver a este arte”.
Así, con el paso del tiempo, la ilustración y el cómic fueron construyendo su estilo, primero a través de fanzines y luego por medio de sus dos obras largas: El buen padre (Sapristi, 2020), con el cual se ha posicionado como una de las ilustradoras más prometedoras del panorama nacional consiguiendo el premio a la mejor autora emergente de la Asociación de Críticos de Cómic 2020 y dos años después, Chacales (Sapristi, 2022) con la que obtuvo el premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España (RNE), además de obras, realizadas bajo pedido y publicadas en medios como The New York Times, Washington Post, The Economist y El País.
Una mirada que incomoda
Ya en 2017, Hafid creaba un blog que le serviría como semillero de su primera gran obra El buen padre, publicada tres años más tarde. Para ella, lo que empezó siendo una especie de diario contando su infancia, pasó a ser una novela gráfica en donde aborda “situaciones que van más allá de lo personal y que son comunes a la gente”.
En este relato Hafid aborda su relación familiar, desglosa la historia de su padre como resultado de la migración marroquí de los años 90 hacia España, habla de la discriminación, del racismo, de los roles familiares, de la depresión, de la violencia machista, pero también de los momentos felices de su vida en Terrassa (Barcelona) la ciudad de origen de su madre y su hogar. La historia, que estaba pensada por la artista desde que tenía 17 años, pasó de ser “puramente autobiográfica a ser algo extrapolable a la sociedad”. Para Hafid “ninguna historia es netamente íntima, todas son universales porque cuentan una problemática social”.
Hablar de la cotidianeidad, del racismo en los años 90, en pleno crecimiento de la población marroquí residente en España y de esa migración en un contexto de crisis económica, no resulta tarea fácil. “En una parte del libro abordo el tema de la depresión y el recurso que utilizo es el sofá. La imagen repetitiva del padre en el sofá y cómo se va moviendo en el salón es la herramienta perfecta para ver cómo funciona. Claro, de fondo hay que entender qué la produce. No se está deprimido porque sí, sino por todo su contexto social”, analiza.
Los trazos geométricos, “asépticos” y el manejo de los colores para remarcar ciertas etapas de los personajes, así como los momentos emocionales de cada uno son las herramientas con las que Hafid intenta construir un relato neutro, algo que también emplea en su segunda obra Chacales. “Me asustaba mucho ser muy obvia, estereotipar o encasillar a algún personaje. A la hora de hablar sobre la violencia machista, por ejemplo, no quería señalar, justo por eso mis personajes no tienen rostros reconocibles, porque ya no es solo mi familia, sino que son personajes con los que cualquiera se pueda identificar”, confiesa.
Un juego compartido
Por eso, para Hafid, sus relatos se cocinan a fuego lento. “Demando mucho de las lectoras, porque espero que se tomen su tiempo para analizar lo que intento expresar, porque la historia va a un ritmo en donde debes ir poco a poco para entenderla, por eso, este es un juego compartido conmigo y con quienes me leen”, reflexiona.
La inmediatez, la sobresaturación de información y las redes sociales podrían ser claramente los grandes enemigos de la ilustradora. “curiosamente somos una sociedad que estamos muy expuestos a imágenes, bombardeados por ella, Instagram, redes sociales, la propia calle. No estoy muy segura de que nos paremos el tiempo suficiente para leer estas imágenes. ¿Qué hay detrás de ellas?, ¿qué nos están diciendo? Las tomamos un poco a la ligera”, lamenta.
Y esta serie de interrogantes son las que acompañaron en su obra Chacales, en donde la autora habla del trastorno intermitente explosivo por medio de personajes que sufren de una ira que no pueden controlar. “No basta con ver la violencia individual que esos personajes ejercen, sino que detrás hay una violencia sistemática porque cada uno sufre de algún tipo de discriminación y abuso”.
Por eso Hafid lo tiene claro. “Mis cómics no son cómodos para entrar al principio, pero hago estas obras porque estoy conectada con ellas. El cómic me da la oportunidad de abordar esas cosas que me dan bronca y de las que hay que hablar”, continúa. “Por eso mi tercera obra larga hablará de las injusticias sociales poniendo el foco en esa autocrítica de cuáles son nuestros privilegios y cómo los utilizamos”, finaliza.
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