Juan Aguilar / Fundación porCausa
A finales de 2020, el flujo migratorio hacia Canarias marcó un nuevo récord. Desde entonces, cientos de medios nacionales e internacionales han puesto el foco sobre este fenómeno. Buena parte del éxito de esa cobertura informativa se debe a la presencia de periodistas locales, con más experiencia que los «paracaidistas» enviados especiales. La mirada de estos profesionales conoce el antes y el después de este suceso, y no solo el momento crítico del mismo.
Un caso ilustrativo es el de Natalia G. Vargas (1996, Lanzarote). Esta periodista canaria vivió en África Occidental y actualmente es periodista de Canarias Ahora, diario digital asociado a eldiario.es, donde informa sobre migraciones –en el sentido más amplio de la palabra– y otros asuntos de actualidad. En esta entrevista, Vargas habla sobre su experiencia profesional, aprendizajes y desafíos a la hora de informar sobre el movimiento de personas.
¿Qué cosas cree que deberíamos mejorar como periodistas de migraciones?
Lo principal es ampliar el foco, no solamente a las llegadas, sino también a las razones de esas llegadas. Conocer cómo es el país de las personas que llegan a cualquier frontera, en mi caso a Canarias, no solamente el contexto económico, político y social, sino también el tema de las fronteras: ¿Por qué ahora viene más población de Marruecos? ¿Qué está pasando con las autoridades de allí? ¿Quién da ese dinero para el control? También nos falta poner más a las personas en el centro. Muchas veces nos dejamos llevar por el número de llegadas: ¿Quiénes son esas personas? ¿En qué estado llegan?
Otra cosa muy importante para cubrir migraciones es la continuidad en el tiempo. En un fenómeno como este, que tiene tantas aristas, no se puede cubrir una semana y luego dejarlo ir. Hay que ver las consecuencias de la gestión de las llegadas. Por ejemplo, en Canarias, a pesar de que en noviembre del año pasado fue cuando hubo un mayor número de llegada de personas, las consecuencias se alargaron mucho más en el tiempo. Hasta hoy, un año después, hay muchos chicos que ni siquiera han visto resuelta su solicitud de asilo.
Algo importante también es ampliar la mirada hacia las mujeres. Al final, por cómo funcionan los recursos de acogida aquí en Canarias, siempre es más accesible hablar con los chicos porque están en recursos abiertos y las mujeres requieren una protección especial. Debemos intentar por todos los medios conocer cómo es el viaje de ellas: los abusos que sufren por el camino, quienes hacen esos abusos… Necesitamos una perspectiva de género para cubrir las migraciones.
¿Cómo es el trato de las autoridades hacia los periodistas en coberturas como la de Canarias?
Durante los meses en los que hubo un flujo más intenso de llegada el trato fue negativo en cuanto a oscurantismo. Apenas podíamos obtener datos sobre el número de llegadas, el lugar al que eran desplazados, dónde se estaba acogiendo a las personas, en qué condiciones, si los espacios tenían duchas, si había menores de edad, si pasaban más de 72 horas en establecimientos donde solo podían pasar 72 horas. Fue desastroso, pero ahora sí que, por ejemplo, si pides algún dato te lo dan mucho más rápido y sin tantas trabas.
Otro problema durante 2020 fue para los periodistas gráficos, que apenas podían obtener fotos de las llegadas y de los rostros. Era muy difícil capturar las miradas de la gente, el estado de salud en el que llegaban, los rostros para identificar si esas personas podían ser menores de edad y, por tanto, requerían una protección especial. La desesperación de las familias hacía que llamaran a las redacciones de los periódicos preguntando si habíamos visto llegar a su familiar. Me he visto revisando fotografías de personas que han llegado para ver si logro identificar a la persona que su familiar está buscando.
Hubo un montón de bloqueos, no se podía tampoco entrar a los campamentos ni a las naves industriales donde pasaban las cuarentenas. Te decían que no podías entrar porque eso suponía una vulneración al derecho a su intimidad o su dignidad. Sin embargo, ellos ya estaban vulnerando su dignidad si estaban ciento y pico personas en una nave durmiendo en el suelo, sin duchas y sin comida.
¿Con qué limitaciones y problemas has lidiado a la hora de informar sobre migraciones?
Como dije en el IV Congreso Internacional de Periodismo de Migraciones de Mérida he tenido que librar una batalla externa con las autoridades para que me facilitaran datos, pero también una batalla interna en el propio medio para mostrar que era importante hablar de migraciones cuando nadie más lo estaba haciendo.
Con la llegada de los medios nacionales e internacionales al muelle de Arguineguín sí se consiguió ejercer esa presión, que hizo ver a los directores de medios que era necesario hablar de lo que estaba pasando en Canarias en ese momento y siempre, es frontera y desde hace más de 30 años están llegando personas. Es importante que en Canarias nos quitemos ese complejo y sepamos que debemos tener una mirada fija en el mar, no solo para ver a las personas que llegan, sino también a las personas que mueren en el camino.
Otra dificultad es localizar o tener datos certeros de cuántas personas mueren. Tener en cuenta el número de cuerpos que hay sin identificar y sin que sus familias puedan enterrarlos dignamente o despedirse de ellos de la forma más acorde a su religión o sus creencias. Hay muchos muertos sin nombre y muchas familias esperando respuestas.
¿Qué peso tienen nuestros estereotipos y cómo nos afectan al cubrir migraciones?
Nos pesan para bien y para mal. Hay muchos medios de comunicación que han optado por unirse al discurso xenófobo y racista de muchos partidos. Muchos otros se han sumado al discurso fácil para obtener en las urnas algún tipo de beneficio. Nos hemos encontrado con casos de bulos sobre personas migrantes, sobre peleas protagonizadas por personas migrantes e incluso por menores. En este movimiento de llamar “menas” a la infancia que viaja sola también han caído muchos medios de comunicación. Por ejemplo, en Lanzarote algunos diputados en el Parlamento regional hablaban de que las personas migrantes que llegaban por sus propios medios eran las culpables y las responsables de los índices de COVID en las islas y los medios reproducían discursos sin apenas contrastar.
Por otra parte, para hablar de migraciones, es importante desprenderse del paternalismo de tratar a las personas migrantes como alguien que necesita nuestra ayuda, cuando realmente la clave es hablar de las personas de igual a igual. No se puede ir de periodista salvador. Hay que darles un altavoz (a las personas migrantes) que viven silenciadas por las políticas migratorias, para decir sus razones, sus objetivos, sus sueños.
¿Qué importancia tiene que haya periodistas migrantes? ¿Qué les diferencia a la hora de cubrir migraciones?
Muchas veces los periodistas canarios o españoles caemos en ese paternalismo y gracias a los periodistas migrantes se puede evitar. Son personas que han vivido el mismo contexto que los protagonistas de sus historias, se liberan de esa frontera que muchas veces tenemos por el idioma, por la cultura o por otros motivos. Que haya periodistas migrantes es un paso, al igual que haya dependientes migrantes, médicos migrantes o enfermeros migrantes.
Todos debemos formar parte de esta sociedad para que se normalice la presencia de diferentes lenguas, culturas o rostros en un entorno social que al final también es migrante. Nos hemos empeñado en establecer esa frontera entre las personas que vienen de forma irregular obligadas por culpa de nuestras políticas y nosotros. Los periodistas migrantes tienen mucho que enseñarnos y nosotros a ellos. Hay que establecer sinergias para contar las migraciones de la forma más completa y humana posible.
¿Qué desafíos o retos suponen ser mujer a la hora de cubrir migraciones?
En primer lugar, yo mencionaría la falta de credibilidad o la necesidad de demostrar constantemente que eres eficiente y qué sabes de lo que hablas. Muchas veces el tema de las migraciones, el feminismo o todos los asuntos que aparentemente son sociales tienen que estar relegados a las mujeres y parece que solamente podemos hablar de eso.
Cuando la migración adopta un carácter más político, jurídico o económico, se trata de alguna sentencia o una investigación sobre algo que requiera trabajo más allá de contar una historia parece que tienen que escribirlo hombres. Eso es algo que choca porque al final tienes que demostrar constantemente que tú no solamente sabes hablar de historias dramáticas de personas que cruzan el mar en patera, sino que tienes que saber hacer más tareas de investigación… Siempre se te pone en cuestión.
Respecto al acceso a las fuentes, las entrevistas, etcétera, sí que es difícil por ser mujer y ser joven. Parece que ya es doble reto tener que demostrar que sabes manejar los conceptos, hacer las entrevistas, escribir, sabes de todo. Parece que si es un hombre el que formula las preguntas, transmite más seriedad por los roles que siempre nos han impuesto de que las mujeres son más fáciles de manipular.
Hay muchas estructuras sociales en las que nos hemos criado que siempre hay que intentar combatir día a día en el trabajo. Es costoso. Hay veces que levantas el teléfono para hacer una llamada a alguna personas de algún Ministerio, a un alto cargo, y sabes que siempre va a estar ese paternalismo en el caso de que la persona entrevistada sea un hombre. Hay días que no tienes ganas de enfrentarte otra vez a esa lucha. Para mí es lo más frustrante: tener que demostrar constantemente que eres capaz y que eres una persona cualificada para hablar sobre migraciones.
¿Por qué es importante tener una perspectiva de género al informar sobre las migraciones?
Es fundamental. Para empezar, porque hay un alto número de personas que llegan a Canarias que son mujeres o niñas. Vienen escapando precisamente porque en sus países están sufriendo violencia machista. Para hablar sobre eso tenemos que entender, antes que nada, qué es la violencia machista y cuáles son las desigualdades a las que tienen que enfrentarse las mujeres. No solamente en los países de origen, sino también en el tránsito y en el destino. Aquí, en Canarias, van a encontrarse con otro reto: ser mujeres migrantes y ser mujeres en una situación administrativa irregular.
Teniendo en cuenta que el machismo está en todas partes, cuando tienes todos esos factores en contra, es mucho más difícil la integración. Es igual de complicado ir poco a poco recuperándote de ese trauma o de ese shock que ha supuesto no solamente trasladarte de una forma en la que puedes perder la vida, sino de todo eso de lo que huyes.
Una persona que sea negacionista de la violencia machista difícilmente va a poder entender por qué esas mujeres huyen o cuál es la situación real en la que se encuentran esas mujeres en su casa, en su país o en el tránsito. Tiene que estar presente la perspectiva de género a la hora de escribir porque muchas veces tendemos a contar solamente las historias de ellos. Son más accesibles al estar en campamentos abiertos. Las mujeres requieren una protección especial, no tienen la misma libertad para salir y entrar.
Tenemos que explicar por qué están en esa condición de especial protección. La perspectiva de género es fundamental no solo en las migraciones, sino en la vida y en cualquier tema a tratar. No solamente tiene que estar presente al contar las historias, sino también al recurrir a las fuentes. Hay muchísimas expertas en materia de migraciones que hay que visibilizar.
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