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Esta es mi ciudad: menores sirios en las fábricas textiles de Estambul

El autor de este texto entrevista a niños sirios que trabajan en fábricas textiles en Estambul y arroja luz sobre su sufrimiento. “Crecí aquí, viví aquí, toda mi infancia aquí. No recuerdo Siria” – Samar, 17 años.

Basem Mahmud / Estambul – Granada

Nunca pensé que mi pregunta a Reem sobre su relación con la ciudad de Estambul iba a tener tal impacto: la hizo callar y enfocarse en sentarse en la silla para controlar sus lágrimas, sin éxito. Reem es una joven siria que acaba de cumplir 19 años. Pasó 8 años trabajando en las fábricas textiles de Estambul. “Si lo miras (a Estambul) vas a decir que es bonita, eso si puedes salir a pasear y verla, pero no así”, dice, refiriéndose a que sus condiciones laborales no le permiten hacer esto.

La migración masiva de sirios a Turquía comenzó tras el estallido de la revolución siria en 2011 y la campaña militar de las fuerzas del régimen en el norte de Siria. Al principio, prevaleció la creencia de que la caída del régimen era inminente y que el regreso tendría lugar, en el peor de los casos, en unos meses. Con la intervención rusa y el restablecimiento del control del régimen sobre muchas regiones sirias, fue aumentando la convicción de que no había un retorno inminente a Siria y buscar trabajo en Turquía se volvió imprescindible.

Estambul era un destino importante para estas personas porque estaban convencidas de que había más oportunidades laborales que otras ciudades turcas. Las fábricas de ropa se concentran en Estambul, lo que la convirtió en un objetivo para muchos sirios, especialmente los que venían del norte de Siria, donde muchos de ellos habían trabajado en fábricas textiles y tenían la esperanza de que su experiencia fuera un catalizador para obtener trabajo con un salario razonable. Además, es posible trabajar en este sector sin experiencia previa, ya que el criterio principal para seleccionar trabajadores es la rapidez en la producción, y esta puede obtenerse después de un corto período de trabajo.

Trabajar en condiciones peligrosas

Alrededor del 60% de la fuerza laboral en Turquía no está registrada legalmente. Además, hay mucho trabajo infantil y el sistema de seguridad social es débil. La situación de la mano de obra femenina es aún peor. Su participación en la fuerza laboral total es muy baja. A menudo se encuentran en el mercado laboral informal y se dedican a las tareas del hogar (cocinar, tejer, limpiar, cuidar a los niños, etc.) donde los salarios son muy bajos. Como resultado, muchas de ellas se quedan en casa. Además, estas mujeres tienden a invertir menos en la educación de las niñas porque creen que sus oportunidades de participar en el mercado laboral más adelante son bajas. De esta manera, continúa el ciclo que mantiene a las mujeres en estos cargos.

Como consecuencia de todo ello, en Turquía un gran número de trabajadores y trabajadoras siguen sin cobertura del sistema de seguridad social. La llegada de cientos de miles de refugiados sirios se produjo en este contexto. En el momento de realizar esta investigación en 2012, había casi un millón de niños trabajando en condiciones peligrosas o insalubres en Turquía según UNICEF. A esta cifra se suma la llegada de casi un millón y medio de niños sirios.

Al igual que el resto de trabajadores, los menores sirios trabajan en las fábricas textiles diariamente, en un rango de 11-12 horas, durante todos los días de la semana, excepto el sábado (7-8 horas) y el domingo solo en caso de que sea necesario y de que haya trabajo adicional en el taller. Pero ganan mucho menos que los trabajadores adultos: entre 0,60-0,70€ la hora (140-170€ al mes). A veces no llegan a los 50€ mensuales debido a las sanciones que les imponen los empresarios por cualquier razón. Sufren constantes reprimendas, en muchos casos acompañadas de violencia física, sin tener capacidad para defenderse.

El trabajo que realizan es conocido como el chico de los recados (Ortaci en turco). No tienen una tarea claramente definida y, en la mayoría de los casos, no se les permite aprender una tarea en particular. Aunque no es una realidad desconocida en Turquía, lo que menos se conoce es su repercusión sobre ellos y su relación con el lugar en el que viven, y cómo afrontan sus emociones y los sentimientos de sus familiares que tuvieron que dejarlos trabajando en condiciones laborales inhumanas.

Muchos de ellos apenas conocen Siria y consideran a Estambul “su ciudad”. La nostalgia por Siria de quienes han vivido un tiempo en este país, en sus discursos, ellos suelen asociarla con la frase “estuvimos allí en la escuela”. Pero, en general, su entrada temprana en el mercado laboral aparece como un problema, no solo a nivel personal (abandono escolar), sino también a nivel social, especialmente en la relación con los padres: 

– Me gusta Estambul.

– Ok, ¿te gustaría quedarte aqu?

– Si no estamos trabajando, sí.

–¿Qué harías si no trabajaras?

– Estaremos con nuestra familia.

Por lo tanto, no me sorprendió que, a diferencia de los adultos, en el período pandémico (coronavirus) y de confinamiento, estar con la familia es la respuesta que muchos de ellos dieron cuando les pedí que describieran momentos de su felicidad en los últimos días.

Trabajo en negro y bajos ingresos 

Los bajos ingresos y la incapacidad de los padres para cubrir los costes de asistir a la escuela se encuentran entre las principales razones que empujan a estos niños al mercado laboral informal. Sin embargo, desde 2018, las autoridades turcas han comenzado a impedir el registro de refugiados sirios en muchas áreas de Estambul y otras provincias ubicadas en la frontera con Siria o cerca de ella. Esto plantea varios problemas que no han sido suficientemente estudiados hasta el momento, incluyendo que muchos menores sirios pierden sus derechos a asistir a la escuela y por lo tanto terminan en el mercado laboral.

La mayoría es consciente de la necesidad de sus padres de sus ingresos y trata de gestionar el sentimiento de culpa parental (que surge de dejarles trabajar en tales circunstancias) de forma que evite que se suscite o mitigue su impacto. Esto quedó claramente demostrado durante las entrevistas que se realizaron en presencia de uno de los padres. En este caso, los niños evitaron mencionar todo lo que pudiera despertar este sentimiento de culpa en el progenitor. Por ejemplo, evitan quejarse y hablar del agotamiento, e incluso de sus sueños o ganas de seguir estudiando. En cuanto a las entrevistas que se realizaron sin la presencia de familiares, hablaron de estos temas sin reservas. Esto los dejaría solos frente a los horrores que encuentran durante el trabajo, ya sea por temor a ser expulsados ​​del trabajo y perder así los ingresos que necesita la familia, o por la preocupación de no querer despertar sentimientos de culpa entre sus familias.

Efectos sobre la salud física y psicológica

En general, los efectos físicos tardan en aparecer. Hay pocas quejas de enfermedad entre los jóvenes que he conocido y, por supuesto, entre los menores. Pero con la edad, las enfermedades comienzan a aparecer de acuerdo con la naturaleza del trabajo. A menudo, quienes trabajan con plancha se quejan de venas varicosas debido a la larga permanencia a pie, y los sastres, de dolor de espalda. Por supuesto, otras enfermedades están relacionadas, como el asma e incluso la tuberculosis, es decir, aquellas que muchas veces resultan de lugares de trabajo deficientes, que suelen estar cerrados, mal ventilados y carecen de las instalaciones sanitarias necesarias.

Sin embargo, para aquellos que comenzaron a trabajar a una edad temprana y continuaron, pueden aparecer otros problemas que se notaron a través de entrevistas con jóvenes. Ahmed, que tenía 18 años cuando se realizó la entrevista, ha estado trabajando en esta industria desde que tenía doce años: «Tengo un problema de crecimiento, de trabajar demasiado durante mi vida”, cuenta.

“Siempre voy lento en el trabajo, la cantidad de horas de trabajo por día es más que la cantidad de horas de estar en casa o tiempo libre en casa, por lo que esto tiene un gran impacto en mi movimiento y mi salud”. Añade que se ha visto privado de actividades deportivas. “Cuando alguien trabaja está muy cansado, así que me siento cansado todo el día. Sólo los sábados y domingos descanso. Los sábados y domingos duermo, y casi no tengo encuentros nunca con gente».

Tratados como extraños

El problema no es sólo que todo esto tenga graves efectos en su salud física y psíquica y en sus relaciones familiares y sociales en general: hay consecuencias que aparecerán en el futuro relacionados con su sentido de pertenencia al lugar en donde viven. Si bien estos niños ven a Estambul como su ciudad de pertenencia, las autoridades turcas insisten en que los traten como extraños, extranjeros o invitados. Ellos mismos se dan cuenta que han perdido mucho debido a la marginación. En la actualidad hay una fuerte tendencia en la propia sociedad turca que los considera como un grave problema para su país.

En definitiva, estamos ante seres humanos que se consideran a sí mismos que viven en su ciudad y país, pero al mismo tiempo existe una autoridad política y una amplia corriente social que se niega a verlos y tratarlos excepto como inmigrantes. Tal situación no puede resultar en una relación positiva, y hay muchos ejemplos de ello. Por ejemplo, se puede mencionar el caso de la segunda o tercera generación de turcos en Alemania o árabes en Francia.

Turquía necesita reconsiderar a fondo sus políticas de migración hacia los refugiados sirios. En lugar de verlos como una carga negativa de la que deshacerse lo antes posible devolviéndolos a su país de origen, esta debería mirar hacia la dirección opuesta, es decir, verlos como una fuente de riqueza para el país. De este modo, se buscaría una solución, una alternativa o un consenso que llegaría a favorecer y a mejorar su integración, convirtiéndolos en una parte relevante del tejido de la sociedad civil turca. Esto es especialmente cierto en el caso de los menores que nacieron en Turquía o llegaron a este país a una edad temprana. Son un factor de riqueza para Turquía, sobre todo porque tienen un sentido de pertenencia a ella y no a la patria de sus familias a pesar del alto estatus moral que Siria ocupa en su conciencia. Continuar luchando contra su sentido de pertenencia, o de cobijo recordándoles que son extranjeros o invitados no ayuda para nada.

Puede ser difícil hacer cambios radicales en las condiciones de trabajo, ya que este tema requiere cambios a nivel socioeconómico en general con respecto a la economía formal e informal, pero ciertamente hay algunos problemas que deben abordarse lo más rápido posible, el más importante de los cuales son los desastrosos resultados que se derivan de impedir el registro legal de refugiados sirios en algunas zonas en ciertas provincias, incluida Estambul.

Este hecho está conduciendo en la dirección opuesta a lo que las medidas del gobierno turco dictan para combatir el trabajo infantil. Además, si las organizaciones de la sociedad civil no pueden ayudar a los trabajadores menores de edad en estas condiciones de trabajo, al menos es urgente prestar atención a brindarles apoyo psicológico. Esto es lo mínimo que se puede hacer, como decíamos antes, están «solos», pues ellos no quieren despertar para nada el sentimientos de culpa en sus padres por un lado, y temen quedarse sin trabajo por el otro.

Esta publicación realizada por Basem Mahmud, Doctor en Sociología, y se basa en una investigación financiada por el programa de investigación e innovación Horizon 2020 de la Unión Europea, Marie Sklodowska-Curie Actions, bajo la beca 841144 (Proyecto FMGESI).

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