Familias de Ceuta ayudan a los migrantes ante la crisis humanitaria en la ciudad
Desde el inicio de la crisis en Ceuta entre España y Marruecos, ceutís como Halima y su familia se han volcado en la ayuda a los migrantes llegados a la ciudad. La solidaridad ciudadana se está dando ante la inacción de las instituciones.
Las autoridades locales y organizaciones no gubernamentales de la ciudad de Ceuta, en el sur de España, son incapaces de prestar asistencia a todos los migrantes que se refugian en las calles de la ciudad desde su entrada en suelo español desde Marruecos el pasado el 17 de mayo. La situación de terribles dificultades que viven quienes no han sido devueltos al otro lado de la frontera por las autoridades españolas, está impulsando a muchos residentes de Ceuta a ayudar a estos jóvenes y menores marroquíes como Halima Hussein y sus hijas.
Halima Mohamed Hussein, de 54 años, es ciudadana española, nacida en Ceuta y de origen marroquí. Anteriormente, trabajó como cocinera en el Centro para Migrantes (Al Amal), pero ahora no trabaja por problemas de salud.
Halima y sus hijas Badria y Nasrin, las amigas de estas y otros familiares llevan más de dos semanas ayudando a los menores y jóvenes migrantes que duermen en las calles de la ciudad, proporcionándoles principalmente comida y ropa.
Muchos jóvenes migrantes se han visto en una situación de necesidad desesperada, tras su llegada a Ceuta. En los primeros días, los encontraban por las calles empapados por el agua del mar, algunos de ellos, descalzos y sin ropa. «Empezamos a recolectar todo lo que pudimos y nos fuimos a la frontera, porque vivimos muy cerca, en la zona del Príncipe».
“Cada uno de estos chicos te cuenta la historia de su vida y se te encoge el corazón. Cosas tan simples como levantarse por la mañana y desayunar y no encontrar nada que echarte a la boca. Casi todos tienen la talla S, y nos las hemos visto y deseado para encontrarles pantalones de sus tallas”, explica Halima por WhatsApp a Baynana.
Situaciones de extrema dureza
Los primeros días era más sencillo acceder a los recién llegados, explica su hija Badria, debido al gran número de ellos repartidos por las calles. Después, quienes lograron quedarse se han ido ubicando en lugares más remotos y escondidos para no ser devueltos a Marruecos. La Policía Nacional había recibido hasta el martes 83 solicitudes de protección internacional en España, por parte de ciudadanos marroquíes.
“Las historias de esas personas en Marruecos son muy difíciles. Algunos me dijeron incluso que habían comprado gasolina, y que como intenten devolverlos a su país, se prendían fuego”, afirma la joven. “Es muy impactante que una persona te diga que prefiere morir a volver a su lugar de origen; ahí es cuando entiendes la verdadera situación por la que están pasando”.
En cuanto a los niños y adolescentes recién llegados, en torno a un millar, España tiene la obligación legal de hacerse cargo de ellos hasta que se encuentre una solución. Ante la sobreocupación en los centros de menores locales, varias comunidades autónomas han aceptado repartirse la acogida 200 de estos chavales, pero sobre el resto, los ubicados en centros y los que continúan vagando por las calles, planea aún un futuro incierto.
La familia Hassen, principalmente Halima y sus hijas, trabajan todas las tardes haciendo de media “200 o 300 bocadillos al día, además de 300 platos de pasta cada fin de semana”. “Recaudamos el dinero que necesitábamos de nuestro bolsillo y pidiendo de familiares”, asegura Badria.
La familia ha presenciado situaciones de extrema dureza. “Me encontré a un chiquillo de 16 años que lo habían apuñalado para robarle lo que tenía, tirado en unas escaleras donde apenas transita gente”, recuerda Halima. Como la ambulancia no llegaba, lo llevaron al hospital su hija y unas amigas. “El pobre no paraba de llorar quejándose del dolor. Me subí con él y le apoyé su cabeza en mi regazo, y él decía que se quería ir con su madre. Le pregunté dónde estaba y me dijo que con Dios… ahí se me partió el alma” explica apenada. “Se llamaba Munir. Lo metimos en el hospital y lo dejamos en manos de las autoridades… me quedé impotente”.
Por su parte, su hija Badria relata historias de chicos golpeados por la policía, o necesitados de operaciones médicas imposibles de realizar en Ceuta pero sin dinero para costearse el viaje al hospital.
Durante su conversación con Baynana, Halima recuerda a sus padres, nacidos en Marruecos aunque de nacionalidad española y casados en Ceuta, donde criaron a sus hijos. “Ellos nos inculcaron los valores de la vida”, afirma Halima, cuya hermana también estuvo acogiendo a algunas familias sirias que llegaron a Ceuta al inicio de la guerra en ese país.
“Creo que hay que respetar al prójimo, sea del color y de la religión que sea. Lo que importa es la persona. Hay que ayudar a tu prójimo aunque sea con unas palabras de consuelo”, afirma.
La familia Hassen no es la única implicada con los migrantes llegados a Ceuta: otros muchos residentes locales se están movilizando para ayudar a los recién llegados, ofreciéndoles comida, duchas, ropa o simplemente, calor humano.
Ante la pregunta de qué mensaje quieren enviar, Halima afirma: “Solo queremos que se sepa la situación de los chicos aquí en la calle”.
NdR: Preguntada por Baynana, Halima explica que pueden hacerse contribuciones por Bizum… Si estás interesad@ en donar o en enviar ayuda -necesitan sobre todo comida y calzado-, puedes contactarnos en «contacto@baynana.es»
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