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NUESTRAS HISTORIAS

Linda Al Ahmad, la artista siria cuyo canto evoca el dolor de los sirios 

Desde su residencia en Madrid, esta cantante utiliza su voz como un instrumento que trae a la memoria los relatos de la guerra en Siria, pero también la resiliencia de su gente

La voz de Linda Al Ahmad (Homs, 47 años) sigue vibrando a pesar de encontrarse a kilómetros de distancia de Siria, a la que dedica sus canciones. Ya han pasado siete años desde que llegó a Madrid, segura de que su decisión era la mejor “para el bienestar de sus dos hijos”, a pesar de sentir que un pedazo de ella se ha quedado allí. Ahora, en España, Al Ahmad -que se ha especializado en estudios de teatro, literatura y canto tradicional árabe- se ha abierto puertas en los escenarios musicales y junto con su pareja, el escritor, actor y productor sirio, Rafi Wahbi, continúa creando canciones que hablan del dolor de los sirio

Linda Al Ahmad vive en Madrid desde 2017. Tras la guerra en su país, ella y su familia se vieron obligados a migrar a Líbano en el año 2012 en donde residieron durante cuatro años. Los retos personales de la familia los llevaron a migrar de nuevo, esta vez hacia España. Para la artista, la voz es el instrumento que le permite dar a conocer la riqueza de la cultura de Medio Oriente. Las letras de sus canciones hablan de la estela de sufrimiento que ha dejado la guerra en su país, extendida durante más de una década. 

Las protestas iniciadas en marzo de 2011 y luego la guerra dejaron como saldo más de 613.407 personas muertas, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Esta guerra se ha convertido en uno de los conflictos más extensos y complejos de la actualidad. En Siria más del 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza y un 70% depende de la ayuda humanitaria. Esta realidad ha provocado el desplazamiento interno de más de seis  millones de personas, mientras que otros cinco millones se han visto obligadas a refugiarse en otros países.

La voz, un instrumento de denuncia 

Al Ahmad recuerda claramente el día que decidió que ella y su familia debían salir de Damasco, la ciudad en la que ha crecido y desarrollado toda su vida. “Me despedí de mis hijos. Ellos iban camino al colegio y tras 15 minutos escuché el estruendo de una bomba. En ese momento sentí un miedo terrible. Llamé al conductor para saber cómo estaban. Él me tranquilizó explicándome que, aunque la explosión se había producido en su mismo trayecto, el autobús escolar se encontraba a salvo”, expresa y sostiene un largo silencio. Entonces deseó estar con sus hijos en otro lugar, fuera de peligro.

“Nosotros tuvimos los medios y oportunidad para salir de Siria y empezar una nueva vida, así que no tardé en tomar esta decisión. Sentía que si les pasaba algo a mis hijos sería culpa mía. No me lo habría perdonado jamás”, relata.  Sin embargo, esta decisión la ha hecho reflexionar sobre la dura realidad que enfrentan otras personas. “Yo he podido salvar a mis hijos, pero otras madres no. Ellas están perdiendo a sus familias hasta el día de hoy”, lamenta. 

En verano de 2012 salieron hacia Líbano, donde se establecieron durante cuatro años. “En Siria ya había empezado a estudiar canto, pero cuando salí pensé que mi sueño de expresarme a través de mi voz se había truncado”, asegura. Sin embargo, la vida “me dio una segunda oportunidad”, dice. 

Linda Al Ahmad el pasado 30 de enero en su residencia en Madrid. Fotografía: Muhammad Subat.

Como ella y su familia, su maestra de canto también había migrado hacia el país vecino, Líbano, en donde viven más de un millón y medio de personas refugiadas sirias, según Naciones Unidas. “Aunque ni mi familia ni mi maestra de canto vivíamos en un campo de refugiados, el caos y la inmensa angustia que implica la migración convirtieron mi voz en un instrumento de memoria, de identidad y orgullo”.

“El canto me eligió. Mi cuerpo es mi instrumento. Mi voz es mi legado”, dice la artista con un tono dulce y seguro. Y recuerda que, a pesar de que su encuentro con la música empezó a los seis años, fue en 2012, con 36, cuando la fuerza de su voz “pudo despegar profesionalmente”. Entonces Líbano se convertiría en la tierra fértil en donde crearía más de la mitad de sus producciones. «Mi voz nació cuando estalló la revolución siria, para tratar de aplacar en las personas la devastación interior que producen las guerras». 

Un canto para no olvidar 

El recuerdo de la destrucción, la muerte de cientos de personas intentando atravesar el mar para huir de un país en conflicto y la memoria de lo que un día fueron las ciudades más hermosas de Siria son los elementos del repertorio musical que interpreta Linda Al Ahmad en sus canciones. Las obras son el resultado del trabajo en equipo entre ella y su pareja, Rafi Wahbi, reconocido en la escena cultural del mundo árabe por su trabajo en series como actor en más de 60 títulos cinematográficos, escritor de más de 20 guiones, productor y director. 

Piezas como Volveremos dentro de poco, Salvemos Alepo, Ya Whel o Nostalgia a Homs combinan ritmos y melodías, que van desde la música tradicional árabe, a las canciones de cuna, con múltiples mensajes: “Cuando hablamos de Siria, no pintamos un solo cuadro compuesto de pérdidas y sufrimiento de la gente. Cierto es que se enfrentan solos a la muerte, al desplazamiento forzoso y a las heridas por las pérdidas irreparables. Pero lo hacen con gran coraje, fuerza, determinación y una enorme paciencia”. 

Nostalgia a Homs, por ejemplo, habla sobre la melancolía  que vive quien tiene que abandonar su ciudad de origen. “Es una niña que tiene que salir, pero los latidos de su corazón le dicen que algún día debe volver a su amada tierra”, describe la artista. Al Ahmad nació en esta ciudad, a la que rinde homenaje a través de un vals. “La niña de esta canción soy yo, pero también los otros miles de personas que no han tenido la oportunidad de elegir salir de Homs. Partimos de nuestra tierra en contra nuestra voluntad”, explica. 

Una realidad que ahora mismo se ha visto exacerbada en Palestina y que genera una profunda preocupación en Al Ahmad. “Hoy siento que mi dolor se aviva con el genocidio palestino, al que estamos presenciando en directo sin poder hacer nada. El sufrimiento de este pueblo nos está abriendo las heridas de nuevo. El dolor por Siria y por Palestina en mí es un único dolor.”

Un ritmo propio

Aunque durante cuatro años Líbano se convirtió en un espacio de crecimiento profesional para Al Ahmad y su familia, hubo circunstancias que les obligaron a desplazarse de nuevo. Esta vez a España.  

Fue entonces cuando se hizo el silencio. “Tuve que dejar de escuchar a Fairuz, mi cantante favorita. Esta fue mi manera de preservarme para que la nostalgia no hiciera daño”, desgrana Al Ahmad. Y aclara que las diferencias culturales, el idioma, la soledad de estar en un país en donde no conocía a nadie fueron un duro golpe dentro de su proceso de adaptación. 

“A veces extraño hablar con mis amigas en mi idioma, ver a mi familia, sentirme acompañada …he echado de menos echo tanto de menos que suene el teléfono fijo de mi casa y encontrar a mi madre al otro lado del hilo, invitándonos a comer porque ha preparado mi comida favorita”, confiesa. Y continúa: “no he podido acallar mi voz. No puedo dejar de cantar.  La música se abre paso dentro de mí con una vida y un ritmo propios, como los latidos del corazón. Ella nos ayuda a encontrar aquello que amamos, para soportar la dureza de la realidad.  Yo canto para recordar a Siria”, revela.

Por eso, apenas un año después de llegar a Madrid pudo subirse a un escenario y cantar un homenaje a las artistas de la cultura musical árabe contemporánea, en un concierto organizado por la Casa Árabe. Allí, Al Ahmad elevó su voz para entonar canciones de la artista egipcia Umm Kulzum; de la innovadora Asmahan que incorporó trinos de ópera en las canciones tradicionales árabes; y de su favorita, la cantante libanesa Fairuz, conocida como “la embajadora de las estrellas”. Ese día, recuerda, tuvo que memorizar la frase de despedida del público: “Gracias a todos por venir. Lo escribí y lo ensayé muchas veces. Se dice ‘por’ venir, no ‘para’ venir , me recordaba a mí misma para no equivocarme” [ríe]. 

El dominio del idioma para una artista, aunque cante en su propia lengua es fundamental para conectar con el público, para comunicar lo que necesita. “Ahora me desenvuelvo mejor con el español, pero aún me cuesta expresar mis ideas profundas. Lo que llevo en el alma lo sigo expresando en árabe, pero aprenderé a comunicarlo en mi nueva lengua, el español”, asegura. 

Así como el idioma, la cultura puede ser ese otro gran reto pero también una gran oportunidad para romper con los prejuicios y los estereotipos sobre el mundo árabe. . “Cuando estás fuera de tu país aprendes a activar tus mecanismos de defensa, esos que te dicen que debes compartir tu identidad para mostrar que tienes un mundo propio, que tienes que decir y aportar algo”, zanja. La música, que ha sido su punto de unión con “su nueva vida”, le ha permitido compartir y dar a conocer la riqueza cultural de Siria, pero también “denunciar la impunidad de la guerra y decir que, aunque los medios ya no hablen sobre ello, en Siria sigue muriendo gente”. 

Linda Al Ahmad lo dice con orgullo: “Pertenezco a una región en la que desde el IV milenio antes de Cristo han convivido sumerios, arameos, fenicios, bizantinos, romanos, árabes y armenios, entre otras culturas. Todo este legado cultural ha formado un patrimonio musical rico y diverso. Creo firmemente que este patrimonio debe ser compartido”.  

Por eso la música sigue buscándola y a pesar de las dificultades Al Ahmad se ha abierto camino en eventos como el Festival de la Guitarra en Córdoba y el Festival de la música étnica en Valencia. Además, ha vuelto a producir canciones y ha interpretado piezas musicales con sus dos hijos. Actualmente trabaja en la producción de una obra de teatro musical titulada “El Este está despertando” y prepara un concierto para para apoyar al pueblo palestino. Al mismo tiempo Al Ahmad está inmersa en la creación de canciones de cuna a través de la revista infantil MARIUMA, que se dirige a niños árabes que residen fuera de sus tierras de origen.   

“Necesitamos crear referentes. Necesitamos que esos niños sepan que tener raíces árabes es una ventaja , que tener dos culturas, dos idiomas, dos identidades [la árabe y la de otros países o continentes] es un tesoro. Estos niños, así como mis hijos, deben ser conscientes de tener una identidad riquísima de la que sentirse orgullosos”, finaliza. 

كاتب

  • Paula Herrera Camacho

    Paula Herrera, escribe sobre derechos humanos, migraciones, derechos mujeres y diversidades. Máster de periodismo en Diario El País. Ha estudiado comunicación social en la Universidad Central del Ecuador. Premio “Gerda Taro”, por el especial “Cinco mandamientos que (mal)educan a las mujeres”.

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Paula Herrera Camacho

Paula Herrera, escribe sobre derechos humanos, migraciones, derechos mujeres y diversidades. Máster de periodismo en Diario El País. Ha estudiado comunicación social en la Universidad Central del Ecuador. Premio “Gerda Taro”, por el especial “Cinco mandamientos que (mal)educan a las mujeres”.
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