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Mujeres en la ciencia. “Las personas piensan que quienes llevamos velo no hemos estudiado”

Aunque la cifra de participación femenina en las profesiones científicas ha aumentado durante la última década, estas carreras siguen estando masculinizadas. Las brechas se incrementan si a los sesgos de género se suman prejuicios relacionados con la identidad, el uso del velo y la falta de referentes

Para Rajae Bousaid (Madrid, 25 años) las matemáticas siempre han sido su pasión. Lo supo cuando tenía seis años de edad. Los números se le daban particularmente bien, y aunque confiesa que en algún momento se planteó estudiar matemáticas en la universidad, se decantó por la ingeniería fotovoltaica. “Crecí con muchos referentes de mujeres árabes en las ciencias. Es más, la primera universidad del mundo fue fundada por una tunecina”, dice orgullosa la joven madrileña de origen marroquí.  

Boussaid, que con apenas 25 años ya suma más de tres años de experiencia laboral y ha sido designada como responsable del área de incidencias de una empresa de energía solar y fotovoltáica, cuenta que, aunque su familia siempre la apoyó para elegir una carrera técnica, al llegar a la universidad se encontró con otro escenario. “El primer año fue muy chocante ver que en un aula de 150 personas solo hubiera cuatro chicas. Una realidad diferente a la de Marruecos, en donde la mayoría de mis primas sí que estudian ciencias”, comenta. Esta joven ingeniera aclara que, contrario a los estereotipos, en el mundo árabe las mujeres tienen presencia en las carreras STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).

Sin embargo, a pesar de los grandes avances en la reducción de las brechas de inequidad entre hombres y mujeres, la realidad es que, a nivel global, ellas siguen estando infrarrepresentadas en carreras relacionadas con la investigación científica, ocupando apenas el 29,2% del personal contratado, de acuerdo con los datos más recientes de Naciones Unidas. En profesiones como la informática, la presencia de la fuerza laboral femenina es del 40%; en las relacionadas con ingeniería es del 28%; mientras que en campos como la Inteligencia Artificial (IA) solo 1 de cada 5 profesionales es mujer.

Mujeres en la IA, el elemento clave para el ahora

Para Marta Macho, matemática, divulgadora científica y editora del blog digital Mujeres con Ciencia, la falta de presencia de las mujeres en sectores de tecnologías e Inteligencia Artificial (IA) es especialmente preocupante. La IA, explica la experta, “se nutre de los contenidos producidos por las personas, con sus sesgos, ideas y pensamientos propios. Si no hay mujeres que trabajen dentro de este sector, nadie podrá poner el foco sobre los contenido sexistas, machistas, racistas o xenófobos”.

Para Macho, el principal problema de estas nuevas tecnologías es que se nutren de los contenidos publicados en internet. “Si en portales como Wikipedia, por ejemplo, no hay referentes femeninos y si las redes sociales son los lugares de difusión de mensajes de odio, es lógico que la IA replique estos sesgos. El problema es que la gente cree que una IA es completamente escéptica, objetiva y que se puede creer en lo que dice”. Por eso, aclara la experta, la presencia de las mujeres en las carreras STEM “es clave, ya no para el futuro, sino para el presente”. 

Una discriminación añadida

El goteo progresivo de mensajes cargados de estereotipos puede motivar a que una joven se desanime de una carrera, elija otra o desista a mitad de camino. “El verse solas en un espacio, en un aula, un congreso o un foro en donde no hay otra mujer puede resultar incómodo, es como si ese lugar no te correspondiera. Aún en la actualidad seguimos viendo congresos médicos en donde todos los ponentes son hombres” esboza Macho. Eso bien lo sabe la ingeniera farmacéutica Somaya El Aissati (Madrid, 31 años), activista por los derechos de las mujeres y presidenta de la Asociación de Mujeres Árabes Blanca Paloma, fundada por su madre hace algo más de nueve años.  

“Necesitamos tener referentes de mujeres árabes que desempeñen puestos de liderazgo en el país”, dice. Para ella, que ha nacido y crecido en España, pero que ha mamado de la identidad marroquí de sus padres, el reto de romper con los estereotipos sobre la comunidad árabe es fundamental. “Mi anhelo es que las nuevas generaciones que son resultado de la migración se sientan orgullosas de tener dos culturas y se vean impulsadas a estudiar”.

La búsqueda de referentes 

Los referentes son resultado de la presencia progresiva de mujeres en la vida pública y en los espacios de poder, sin embargo, a pesar de que ellas tienen las mismas oportunidades de elegir carreras STEM, factores como la conciliación familiar siguen siendo uno de los principales obstáculos para su crecimiento profesional. Pero añadir a los estereotipos de género prejuicios relacionados con la identidad étnica, cultural y religiosa puede ser un cóctel de discriminación aún mayor. Así, la organización sin fines de lucro Women Tech ha identificado que en Estados Unidos la presencia de mujeres en cargos de poder en el sector -que de por sí ya era bajo- con un 25%, se reduce aún más, con cifras que bordean el 5% para mujeres de minorías raciales

Que las mujeres árabes son sumisas, que no les interesa estudiar, que solo piensan en tener hijos y casarse son algunos de los prejuicios que El Aissati escuchó durante su época de colegio. “Yo no me sentía identificada con lo que decían, pero en mi entorno no habían muchas mujeres árabes. Incluso llegué a pensar que era cierto y me decía a mí misma ¿por qué no les gustará estudiar?”. Todo eso cambió, asegura, cuando entró a la universidad. “Durante la carrera tuve varias compañeras marroquíes que llegaron a estudiar en Alcalá de Henares, ellas también habían elegido una carrera técnico-científica, eran buenas alumnas y tenían una mente abierta. Entonces me di cuenta que lo que se decía sobre las mujeres árabes era solo un prejuicio. Es triste, pero algunas personas piensan que quienes llevamos velo no hemos estudiado, que no tenemos cabeza para eso o que no tenemos aspiraciones”, recuerda.

Por eso, dice El Aissati, “nosotras mismas debemos ser las voceras de nuestros logros, debemos visibilizar la labor que otras mujeres están realizando.  El objetivo debe ser romper con la idea de que las mujeres árabes no trabajamos y que los hombres árabes son machistas. Claro que hay machismo en nuestra cultura, y en todas las culturas, pero el problema es generalizar”, sentencia. 

Nahla Alkhatib, ingeniera química iraquí residente en España el pasado 20 de febrero en Plaza Elíptica, Madrid. Fotografía: Paula Herrera. 

La homologación, el reto de la migración

Pero hablar de mujeres en la ciencia también implica poner el foco en quienes han tenido que salir de su país de origen. Mayra Pérez, coordinadora del proyecto Referentes M, de la ONG de asistencia humanitaria para personas refugiadas y migrantes, Accem “al idioma, la cultura, y la inestabilidad que representa la migración se añaden temas relacionados a la homologación de títulos y la actualización de los estudios superiores”.

Para la experta, este proceso, puede llevar de seis meses a dos años en adelante. Durante este tiempo muchas profesionales se ven obligadas a trabajar en empleos subcualificados, como en el caso de Nahla Alkhatib (Bagdad, 38 años) una ingeniera química residente en España que no ha podido ejercer su profesión tras salir de Irak, su país de origen.

Ya han pasado seis años desde que Alkhatib llegó a Madrid, lo hizo tras un largo periplo migratorio. La guerra civil y la posterior invasión de Estados Unidos en Irak en 2003, han dejado como saldo la muerte de más de 600.000 personas, mientras que 3 millones de iraquíes se han visto obligados a desplazarse internamente y cerca de 260.000 han tenido que salir del país, según Naciones Unidas. “Yo tuve que huir con mis tres hijos porque la vida cada vez era más peligrosa en Bagdad”, asegura, mientras observa a unos cuantos caminantes que recorren Plaza Elíptica, en la capital.

Una mañana, recuerda, “iba de camino a un control médico. Mientras esperaba un taxi asesinaron al hombre que estaba junto a mí. Estábamos a menos de un metro de distancia”. Ese momento marcaría un antes y un después en su vida y en la de sus hijos. “Tuvimos que salir de manera irregular, atravesando por tierra Bagdad, Kurdistán, Turquía, Grecia (en donde vivió dos años) y España.  

Alkhatib cuenta que desde que llegó ha intentado ejercer su carrera como científica o, al menos, concreta, “como profesora de mates”. Pero nada de eso ha sido posible, a pesar de agilizar su habilidad lingüística e intentar acelerar la entrega de los requisitos para la convalidación del título universitario. “Ya han pasado tres años desde que inicié el proceso de homologación y aún no tengo respuesta.  Ahora no puedo competir por un cargo de trabajo en mi profesión y me he visto obligada a emprender un nuevo proyecto de venta de tartas”.

Pérez, la coordinadora del proyecto Referentes M, de Accem, explica que todo este panorama fortalece los estereotipos sobre la comunidad migrante, colocándolos en lo que se denomina “el nicho étnico de empleo”, que destina a las personas migrantes en oficios sub cualificados, en donde se perpetúa la precariedad y se estanca el talento.

“Yo he decidido seguirme formando en mediación familiar y mediación con migrantes, ayudo a traducir, hago tartas…intento ganarme la vida mientras espero la homologación de mi título.  ¿A quién no le gusta trabajar en su profesión? Todos queremos hacerlo, pero cuando eres migrante esto es muy complicado”, lamenta. 

كاتب

  • Paula Herrera Camacho

    Paula Herrera, escribe sobre derechos humanos, migraciones, derechos mujeres y diversidades. Máster de periodismo en Diario El País. Ha estudiado comunicación social en la Universidad Central del Ecuador. Premio “Gerda Taro”, por el especial “Cinco mandamientos que (mal)educan a las mujeres”.

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Paula Herrera Camacho

Paula Herrera, escribe sobre derechos humanos, migraciones, derechos mujeres y diversidades. Máster de periodismo en Diario El País. Ha estudiado comunicación social en la Universidad Central del Ecuador. Premio “Gerda Taro”, por el especial “Cinco mandamientos que (mal)educan a las mujeres”.
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