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DERECHOSREPORTAJES

Nueve años después de la masacre química en Ghouta: “Los cadáveres se apilaban sobre el tractor municipal”

Ammar Saber, con asilo político en España por las torturas a las que fue sometido por la inteligencia siria, relata lo que vió aquella terrible noche cuando su ciudad fue atacada con armas químicas

Okba Mohammad | Laila M. Rey

Ammar Saber no recuerda el mes que llegó a España, ni el día que fue detenido por la inteligencia siria ni lo que duraban las torturas a las que fue sometido. Las fechas bailan en su cabeza por las secuelas del traumático encarcelamiento. Pero rememora con claridad cómo aquel 21 de agosto del 2013, a las 2 horas y cinco minutos de la mañana, el silencio tan característico de las calles asediadas de Al Ghouta oriental se vió interrumpido por el estruendo de numerosas ambulancias.

Aquella medianoche del 21 de agosto del 2013, en torno a 1300 personas según la oposición siria, entre ellas hombres, mujeres y niños, murieron bajo los efectos neurotóxicos del gas sarín en Al Ghouta oriental, región al este de Damasco bajo control rebelde. Aunque hubo otros ataques químicos antes y después en Siria, este fue el mayor y más letal desde 1988, cuando cerca de 5.000 kurdos iraquíes fueron gaseados por las fuerzas de Sadam Husein en Halabja.

Saber, de 36 años y con asilo político en España desde el 2017, todavía no lo sabía cuando salió a toda prisa de su casa y descubrió que esas ambulancias trasladaban mujeres afectadas por el gas desde Douma a zonas seguras para mantenerlas alejadas del gas tóxico, según lo que ha visto. 

Un largo asedio

Durante cinco años, desde que las fuerzas armadas opositoras tomaran el control en abril del 2013 hasta su reconquista por las fuerzas del régimen y sus aliados Rusia e Irán en abril del 2018, la población local de Al Ghouta Oriental fue asediada sin descanso. Las fuerzas de Asad sometieron a su población a la negación de alimentos como estrategia militar, según un informe de Naciones Unidas. Bombardearon e incendiaron cultivos y granjas. “Comíamos hierbas de la tierra”, rememora Saber de aquellos meses del hambre.

El informe también alegaba que las fuerzas sirias bloquearon las carreteras de acceso y confiscaron sistemáticamente alimentos, combustible y medicinas en los puestos de control. Ante esta escasez de recursos, cuenta Saber, las facciones armadas de la oposición pidieron a los vecinos el acceso a sus pozos de agua, para echarla sobre la cara y la ropa de los supervivientes. 

La limitación de los suministros médicos complicó aún más las labores del personal sanitario, que se enfrentaban a una catástrofe sin precedentes en el país y con material insuficiente para atender a las innumerables víctimas. Según Médicos Sin Fronteras, solo en los tres hospitales que apoyaban en la zona recibieron 3.600 pacientes con síntomas neurotóxicos en un período de menos de tres horas durante la mañana del día 21 de agosto, de los cuales 355 fallecieron.

Espuma por nariz y boca

La llegada de heridos colapsó el precario ambulatorio creado para atender las emergencias. Consciente de que podrían necesitar su ayuda, Saber se desplazó hasta allí. “Cuando hueles la ropa de los heridos, sabes que han sido atacados con gases venenosos». La impotencia le carcomía al presenciar la escena. “Vi cómo a los niños les salía espuma por la boca. Fue la primera vez que vi que le salía materia blanca por la boca y la nariz”.

“El niño estaba tirado indefenso en el suelo y no podía respirar. No había nada que pudiéramos hacer salvo sacudir un bote de Seven up. ¿Puedes creerlo? Le echábamos un bote de Seven Up en la cara a un niño que se estaba asfixiando”. Mueve la cabeza mientras posa sus ojos en el palacio de la Aljafería de Zaragoza, sentado en el banco donde transcurre la entrevista, pero su mirada está perdida. No está allí.

“Nunca olvidaré aquel olor, el olor que desprendía la ropa de aquellos que habían sido expuestos al gas venenoso. Mis ojos se quedaron rojos durante toda una semana” afirma Saber señalando sus pupilas. Este síntoma coincide con los testimonios y fotografías que posteriormente recopilarían el equipo de observadores de la ONU desplazados sobre el terreno y organizaciones como HRW.

Observadores sobre el terreno

Mientras se sucedía el intercambio de acusaciones entre los aliados del régimen y los partidarios de la oposición, este equipo de observadores de la ONU, llegados al país tres días antes para investigar el uso de armas químicas, esperaron hasta el 26 de agosto el permiso del régimen para entrar en Al Ghouta y recoger las correspondientes muestras biológicas de las víctimas. 

Semanas más tarde, los observadores determinaron que se habían empleado “inequívocamente” cohetes en el ataque para diseminar gas sarín y que al menos el 85% de las muestras de sangre tomadas dieron positivo en la prueba de detección del laboratorio. Sin embargo, rechazaron determinar quién había sido el autor del ataque, argumentando que “la comunidad internacional tenía que ser la encargada de rendir cuentas a los responsables”.

Familias enteras que no despiertan

“Las personas que aún estaban despiertas pudieron resistir, mientras que las que estaban dormidas, siguieron dormidas”. Saber se estremece. Las facciones militares exigieron que los jeques emitieran una fatwa (permiso) para entrar en las casas y verificar si los propietarios estaban vivos o muertos. “Conozco una familia personalmente, todos vivían en un solo edificio, cerca del área de Irbeen. Eran 43 miembros entre ancianos, mujeres y niños. Sólo se salvó uno de ellos. Tenía seis años, lo recuerdo perfectamente”.  

Durante las tensas semanas que sucedieron al ataque, Barak Obama tomó la decisión de atacar objetivos militares del régimen sirio por haber traspasado la línea roja, la del uso de armas químicas, que él mismo había marcado en 2012. Aunque todos los medios auguraban un ataque inminente, la mediación diplomática de Rusia impidió la intervención estadounidense a cambio de que Asad entregara sus arsenales químicos a mediados de 2014.

No solo los responsables no rindieron cuentas, sino que los ataques con armas químicas se repitieron en 2018 en otras zonas de Al Ghouta Oriental contra las facciones armadas opositoras durante una gran campaña militar que duró más de un mes y que terminó con el acuerdo de los combatientes para partir hacia el norte y el control de la ciudad por parte del régimen.

Cuerpos apilados sobre un tractor

Para Saber, lo peor de aquel día fue la acumulación de cadáveres. “El ataque químico dejó un gran número de muertos y fue muy difícil el transporte y el enterramiento”. Saber asegura que utilizaron el tractor municipal designado para el transporte de residuos. “Imagina unos cien cuerpos apilados uno encima de otro en la locomotora, como si fueran patatas. La escena era desoladora”, se lamenta el hombre. Sigue mirando las murallas del Aljafería, como si estuviera reproduciendo la escena de su cabeza sobre las paredes externas del palacio. 

En 2021, familiares de las víctimas de los ataques químicos de 2013 y 2017 presentaron una denuncia penal ante la policía sueca, como ya habían hecho otras organizaciones de víctimas en Alemania y Francia por otras acusaciones, contra miembros del gobierno sirio, incluyendo el presidente Bashar al Asad. La investigación sigue abierta.

Ha anochecido. Saber vuelve a casa por las calles estrechas de Zaragoza. Tras sobrevivir a los ataques y al asedio, Saber fue detenido por la inteligencia siria, donde estuvo encarcelado durante casi un año y fue sometido a torturas. Cuando lo liberan, decide viajar a Argelia y de allí a Marruecos. En 2017 entró irregularmente en territorio español desde Melilla y obtuvo asilo político en España, debido a las violaciones de las que fue objeto en Siria.

Han pasado nueve años desde esta terrible masacre, pero la guerra aún no ha terminado. Diecisiete civiles murieron y casi 30 resultaron heridos el viernes 19 de agosto como resultado de un ataque con misiles del régimen sirio y las FDS que tuvo como objetivo un mercado en la ciudad de Al-Bab en el campo de Alepo, al norte de Siria. Los métodos asesinos cambian, pero los civiles sirios siguen muriendo.

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