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Alaa Satir: “el arte nos ayuda a sanar, y te permite procesar ciertas cosas”

En Baynana hablamos con la artista, durante su visita a Madrid. La creadora, residente en Londres, nos habla del impacto del arte en la vida cotidiana y de la crisis que atraviesa Sudán, su país de origen.

Celia Vidal – Moussa Al Jamaat

Son más de las nueve de la noche. Hace unas cinco horas que ha comenzado a hablar, a pasar diapositivas, a compartir, a escuchar. La organización de Matadero Madrid va a buscar un zumo para que descanse y se hidrate, nos dicen que podemos esperar dentro, pero antes hablamos con Luna, una mujer que ha venido a escuchar uno de los talleres sobre Miedo, Amor y Revolución: “No sabía que podía sentir tanta empatía a través del arte callejero, no me había sentido tan identificada nunca”. El mérito de haber removido sentires en una herida transversal, la de la migración, es de la artista invitada, Alaa Satir, que lleva un par de días en Madrid.

Esta “activista” visual sudanesa ha venido a hablar de miedo, política, represión, sanación, amor y alivio desde su arte. Una arquitecta que deconstruye creencias a golpe de pincel, porque lo suyo es gritar a través de los dibujos. Dice que no le gusta la etiqueta “artivista” porque cuando no quiere contar nada, también pinta.

En 2017 organizó su primera exposición sobre feminismos, redes sociales y política en Sudán. En 2018/19, cuando comenzaron las revoluciones en Khartoum, pintaba murales en las calles de la capital sudanesa para concienciar sobre la importancia de las mujeres en el movimiento revolucionario. Poco después se desplazó a Londres para seguir formándose.

¿Cuál es la situación de Sudán ahora mismo?

Hace 3 años comenzaron las revoluciones en mi país y aún continúan. También la violencia. La situación no ha mejorado desde 2019, pero tampoco hay que perder de vista el trabajo que hemos hecho y el que están haciendo otras personas. Intentar deshacerse de un régimen que tiene 30 años es muy difícil. Hablando metafóricamente, se puede cortar la cabeza de un régimen dictatorial, pero las raíces siguen intactas. Este sistema está muy arraigado.

Cuando nos deshicimos de Omar Hassan al-Bashir, vino alguien que dimitió. La situación de Sudán es muy compleja, los gobiernos civiles nunca han durado mucho tiempo. Estamos hablando de que el régimen militar que tenemos está formado por gente a la que no le importa matar a todo el mundo con tal de mantenerse en el poder.

Tu arte callejero, tu activismo, eran un desafío a la autoridad ¿molestaba?

A las autoridades les molesta cualquier forma de autoexpresión o resistencia, la libertad de expresión es un gran problema. Que en 2019 nos expresásemos en espacios públicos fue algo disruptivo. Claro que cualquier forma de expresión les molesta, si no fuera así, no atacarían a los artistas, ni borrarían los murales que se pintan. Así que, obviamente, estas cosas molestan a esas figuras políticas. Creo que es bueno si provocas a la gente adecuada en cierto modo, pero también se trata de un desequilibrio de poder. 

Tu trabajo y tu activismo pueden ser poderosos, pero no siempre significa que estés a salvo. Nos enfrentamos a personas que tienen una fuerte capacidad militar. Es un sentimiento complejo. Creo que, en cierto modo, las cosas se olvidan y se normalizan. Sólo recibimos atención durante un tiempo determinado, cuando cayó Omar al-Bashir. Que un dictador que estuvo en el poder durante 30 años cayera recibió toda la atención y fue una gran noticia. Pero el mundo y la gente tienen una capacidad de atención muy corta porque hay tragedias que ocurren todos los días. 

¿Las revoluciones continúan?

Es una situación muy compleja, y desde entonces ha estado un poco estancada en lo que respecta al progreso. La revolución no ha terminado, pero el progreso se ha detenido. Esta podría ser también la razón por la que la gente no está interesada en sintonizar, porque necesitan grandes titulares como «nos deshicimos de un dictador y ahora somos un gobierno civil”. Puede que entonces se hablara de ello. Por ahora sólo se protesta y se mata por ello, básicamente. 

¿Crees que las mujeres árabes son capaces de cambiar, especialmente en revoluciones y movimientos políticos? Siempre hay una visión negativa desde las sociedades occidentales

Creo que es un estereotipo injusto si miramos a las mujeres que vienen de estos lugares, ellas tuvieron su postura contra la violencia. Lucharon por su libertad. Por ejemplo, la diferencia entre las mujeres del mundo occidental y las mujeres que viven en Oriente, es que estas últimas tienen más restricciones y opresiones. Son solo una serie de privilegios diferentes. No es que las mujeres de occidente sean más libres, es que están en circunstancias diferentes.

Solo digo que carecen de libertad y de libertad en su interior, pero claro por la situación impuesta. Sin embargo, no es que tengan un pensamiento retrógrado o que quieran ser oprimidas o que hayan pedido ser puestas en estas situaciones, es un estereotipo injusto. Vemos activamente a mujeres de estas zonas que se juegan la vida y están dispuestas a luchar por su libertad y por tener más espacio. 

Por ejemplo, en la revolución, en  las noticias la mayoría de las mujeres estaban en primera línea y ocupaban la mayoría de las protestas. No sólo proviene de un gobierno dictatorial, sino de la sociedad y de todos, de esta presión social. Para mí eso es la verdadera resiliencia, tratar de encontrar tu camino y tu espacio dentro de todo eso. Aunque es una forma estrecha de pensar si se mira el sistema en su conjunto y se juzga a las mujeres que sólo intentan sobrevivir al sistema, básicamente.

¿Qué opinas de la situación de Siria? Algún mensaje para el pueblo y las mujeres sirias

Lo que está ocurriendo en el mundo árabe, especialmente la Primavera Árabe, es muy inspirador. No fuimos de los que se sumaron a la Primavera Árabe, la revolución llegó más tarde, pero fue realmente inspiradora y grandiosa de ver. Sin embargo, lo que ocurrió en Siria dio un giro desafortunado a los acontecimientos, es triste. Es difícil hablar de estas cosas. Es emotivo pensar en ello, especialmente en Siria, porque la gente hizo todo esto para tener una mejor calidad de vida. Al final, mucha gente perdió la vida, muchos dejaron sus países de origen para encontrar una nueva vida en otro lugar. Este acontecimiento vital es en sí mismo difícil. Sin embargo, admiro a toda la gente por intentar construir un futuro mejor. 

Es terrible lo que ha ocurrido, pero es un momento poderoso cuando se actúa sin ninguna garantía. No sabemos lo que va a pasar, pero te niegas a callar en momentos de adversidad y violencia. Es una montaña rusa de emociones cuando piensas en cualquier revolución dentro de Oriente Medio.

Mi mensaje es «manténganse fuertes, sigan luchando, y realmente espero que todos encuentren su camino o una vida mejor más allá». Cosas como perder tu casa no son fáciles, nunca se supera algo así. Pero mi mensaje es que sigan siendo fuertes, luchando y viviendo. Vivir con fuerza a pesar de todos estos dictadores que sólo intentan fastidiarnos la vida. 

¿Tienes algunos proyectos relacionados con países árabes que han librado guerras?

Muchas de las cosas que la gente ya sabe son por ver una película o leer un libro. Son diferentes formas de arte, otra manera de ilustrar la información o de documentarla. En esencia, se trata de contar historias a través del arte, por eso el arte es importante. Te atrae y luego consigues informar a la gente a medida que aumenta su interés por tu obra de arte. 

Es otra forma de educar a la gente sin sermonear. Muestra una forma diferente de contar una historia sin decir tantas palabras, esencialmente evocando un sentimiento en ellos primero. Lo que les permite sentir una conexión con el problema y el mensaje que se transmite. La obra más reciente que hice fue para Irán, porque no soy oficialmente una caricaturista política. Respectivamente, crear caricaturas es más bien algo que hago en mi tiempo libre, si siento que tengo algo que decir, la idea queda plasmada ahí. 

¿El arte puede sanar la violencia política?

No creo que podamos curar la violencia política, pero el arte nos ayuda a sanar, y te permite procesar ciertas cosas. Así que, mi trabajo además de ser una forma de documentar lo que estaba ocurriendo, también era una forma de procesar lo que ocurría en nuestro país políticamente. No mostramos nuestras emociones en un cuadro, pero nos hace sentir un poco mejor aunque la violencia siga presente.

Del taller que has impartido en Matadero Madrid hoy han salido muchas historias ¿lo consideras una responsabilidad?

La idea es que los talleres sean divertidos y que los artistas se entusiasmen por mostrar su arte. No me siento tan responsable, sino más bien entusiasmada. Cuando entré en el taller, no pensé que fuera a dar lecciones a la gente o a contarle cómo se hace arte político. Es más bien una colaboración. Yo vengo con lo que tengo y mi experiencia, y todos son artistas porque vienen con sus propias historias y antecedentes. Cuando hablamos de un cuadro, por ejemplo, les pregunto primero sobre él y se convierte en una conversación interesante. 

La gente comparte sus propias perspectivas sobre la obra y yo también aprendo cosas sobre ellos basándome en cómo ven las cosas. En cierto modo, no siento tanta responsabilidad porque todos estamos aprendiendo de los demás. Incluso cuando empezamos el taller, no les digo «así es como se hace el arte callejero, o cómo se corta una plantilla”, es más bien que vengan con sus ideas y compartamos conceptos y trabajemos juntos.

Esta entrevista es en colaboración con Hanadi Sonouper

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