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 Las mujeres al pie de la guerra

Tres historias de vida marcadas por la guerra. Una activista expatriada de Palestina, una periodista y escritora siria gallega que ha decidido combatir la desinformación y una cantante de ópera que intenta ayudar a su pueblo a través de acción humanitaria en Ucrania. Son tres voces distintas que rompen la idea de que las mujeres son actores pasivos y que se unen a las millones de voces que ahora mismo viven en alguno de los 32 países en guerra

“Entre el miedo y la libertad”, “la resistencia y la resiliencia” y “la solidaridad frente a las adversidades”. Son historias de tres mujeres que vivieron tres guerras desde lejos y lucharon desde la distancia. Son más que simples relatos; son la realidad de países que no solo sufren pero resisten también y claman a voz en cuello: «Estamos vivos, seguimos aquí, y el sueño persiste», mencionaba el poeta palestino Mahmoud Darwish, quien también ha vivido la guerra en la piel. 

En este reportaje, se adentrará en el viaje de estas mujeres y sus inspiradoras historias que reflejan, con su estilo único, la lucha y la resistencia humana. Las historias y las guerras son parecidas, y las mujeres y sus actividades son diversas: una defensora de DDHH y activista palestina, una escritora y periodista siria, y una música y comprometida ucraniana.

Palestina : Jaldia Abubakra, al pie de la guerra política  

Nacida en Gaza, la activista española aún tiene familia en Palestina. Inspirada por la resiliencia de su pueblo, trae su voz a España a través de su compromiso. Entre otras actividades, fundó el movimiento de mujeres palestinas, Alkarama

La activista Jaldia Abubakra en marzo de 2024, en Madrid. Fotografía: Okba Mohammad.

Sophie Larré

Para Jaldia Albubakra (Gaza, 47 años) el activismo nunca ha sido una elección. Sus padres 

fueron obligados a desplazarse del sur de Palestina hacia Gaza, que se convertiría en su ciudad de origen. “He nacido como refugiada, he sido privada de volver a mi tierra. Y mis padres han muerto sin poder mirar una vez más a Palestina” recuerda.

La fundadora del movimiento de mujeres palestinas de la diáspora, Alkarama y miembro activa en la Red de Solidaridad con Presas y Presos Palestinos (Samidoun), cuenta que desde muy pequeña defender su identidad forma parte de su vida. “Siempre he tenido que defender que soy Palestina, que tengo tierra, que tengo patria, a la cual tengo que volver y a la cual están invadiendo y oprimiendo”. 

A lo que Albubakra se refiere, es a las más de siete décadas de ocupación de Israel sobre los territorios de Cisjordania y de la franja de Gaza, que han llevado a que su población sufra continuas violaciones de los derechos humanos. Esta ocupación ha obligado a 5,9 millones de personas a desplazarse desde 1950, mientras que el 81,5% de las personas refugiadas en la Franja vivían bajo el umbral de la pobreza antes de que se intensificaran los bombardeos sobre Gaza, en octubre de 2023.

Por eso, para Abukara, la población palestina tiene un legado. “Nacemos ya con una causa que nos atraviesa que es la liberación de nuestro territorio, la liberación y el retorno a nuestra patria y por los derechos de nuestra gente”.

Sumud, la firmeza en la lucha

Este sentimiento se ha avivado con la escalada de violencia iniciada el 7 de octubre de 2023, cuando los grupos armados militares palestinos de Hamás lanzaron un ataque contra Israel. El evento ha disparado una cruenta guerra en donde, de acuerdo con Naciones Unidas han muerto en Gaza unas 30 mil personas y otras 70 mil están heridas.  “Mientras yo estoy aquí segura, cómoda, ellos luchan y pagan un precio muy alto para que el día de mañana, cuando Palestina sea libre, tanto yo como los ocho millones de palestinas y palestinos, podamos volver”, reflexiona. 

“Hay una palabra muy palestina que es sumud. Es la firmeza en la lucha y eso es algo muy intrínseco en nosotros”

Jaldia Albubakra

Cuando Abubakra declara que Palestina “será libre”, no son palabras vacías. Cree en ello con firmeza, y se basa en el ejemplo de países como Argelia y Vietnam, que consiguieron su independencia tras años de lucha. “Al final los pueblos son los que ganan”. Pero si hay algo que alimenta su esperanza es, sobre todo “la resistencia y la resiliencia” de los palestinos. La perseverancia, dice, le fue transmitida por su familia y también procede de los íconos de la resistencia. “Hay una palabra muy palestina que es sumud. Es la firmeza en la lucha y eso es algo muy intrínseco en nosotros”. 

Comunicar desde Gaza, tomar riesgo para su vida 

En medio de la guerra, su familia sigue en Gaza: su hermana, sus sobrinos, sus primos y primas y también amigos. Por eso, asegura Abubakra, intenta mantenerse en  contacto con ellos en la medida de lo posible, a pesar de las dificultades. “Mi hermana, en la zona donde está, no hay internet. Tiene que ir dos o tres calles más allá para pillar cobertura y enviarme un mensaje o llamarme. Eso pone en peligro su vida porque están bombardeando en todos lados”. 

Recibe mensajes más o menos cada diez días. A veces ni siquiera se atreve a pedir noticias. “Si no recibo respuesta me angustio mucho y entro en un estado de ansiedad por no saber nada de ellos. Aún así, a pesar de todo lo que está pasando se preocupan por mí, porque saben que estoy pendiente de ellos”. 

Un espacio propio para mujeres de la diáspora

La lucha de Abubakra tambien es una lucha feminista. En 2017 quiso reunir a las mujeres de la diáspora con el objetivo de “combatir la imagen estereotipada” que Occidente tiene de la mujer palestina. “Queríamos agruparnos y tener un espacio de enunciación que sea nuestro, que hablemos nosotras y que nadie hable en nuestro nombre”. Era el lanzamiento de Alkarama. En su sitio web, sus redes sociales y a través de charlas, las integrantes del movimiento dan a conocer la historia de la lucha de las palestinas.

 “Queríamos agruparnos y tener un espacio de enunciación que sea nuestro, que hablemos nosotras y que nadie hable en nuestro nombre”

Jaldia Albubakra

Estas mujeres han desempeñado, y siguen desempeñando, un papel en la transmisión de los conocimientos, la historia y la cultura palestinos, explica la activista. “El feminismo para ellas es erradicar el analfabetismo, crear escuelas en las zonas rurales, formar a las nuevas generaciones, educar. Se han ocupado no solamente de la educación científica sino de transmitir nuestra historia y nuestra lucha”, concreta. 

Pero también son las mujeres las que, en un contexto de guerra, «pagan un precio doble», explica. Y ahora, contrario a los últimos 15 años, son las mujeres y niños los principales afectados, siendo el 70% de las personas asesinadas en Palestina, según las Naciones Unidas.

De acuerdo con la ONU, ellas se enfrentan a “mayores riesgos y niveles de violencia de género y traumas psicológicos” y la pérdida de medios de subsistencia, vivienda y tierras afectan “desproporcionadamente a los hogares encabezados por mujeres”.  A pesar de todo, para Abubakra, la desesperación no forma parte de su vocabulario. “A veces te cansas, te deprimes, sientes que todo lo que haces no vale para nada, pero es precisamente eso lo que quieren hacernos pensar. La rendición no es una opción”, zanja. 


Siria: Leila Nachawati, al pie de la guerra mediática

Periodista, escritora y profesora, siempre ha defendido los derechos humanos. Aunque su madre es gallega, su padre nació en Damasco y fue el primero de sus hermanos en salir al extranjero a estudiar. Esta historia familiar le ha dado la determinación de no callar ante el sufrimiento de su pueblo

La escritora y periodista Leila Nachawati en los exteriores de la Universidad Carlos III, en marzo de 2024, en Madrid. Fotografía: Paula Herrera C. 

Sophie Larré – Paula Herrera

Leila Nachawati recuerda que desde muy niña tuvo que aprender a convivir “entre el miedo y la libertad” porque haber crecido entre Siria y España la hizo ver lo que era la dictadura y lo que no. “Era tal el nivel de miedo, de control y de represión que aún en Galicia hablábamos de Siria en susurros”, menciona.

Nacida en Santiago de Compostela -de donde es su madre-, su niñez se vio marcada por el legado de su padre a sus 18 años, el último de nueve hijos y el elegido para formarse como médico fuera de Siria, su país de origen. Lo hizo: viajó a España y se formó. “Salió con esa idea de hacerse un futuro mejor para él y para su familia, pero también con una sensación de deuda con su país y de mucho dolor por el autoritarismo que se vivía allí”. 

“Todas las personas merecen una vida, merecen libertad y merecen que no se les torture por sus ideas”

Leila Nachawati

Como una esponja que absorbe todo a su camino, Nachawati, que es periodista, escritora, profesora de comunicación y periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid y activista por los derechos humanos, creció con el legado familiar de darle frente a la represión que ejerce la dictadura . “Todas las personas merecen una vida, merecen libertad y merecen que no se les torture por sus ideas”, esboza con voz firme a través del teléfono. Eso es, dice, “lo que me han inculcado en mi casa”.

La guerra para Nachawati y su familia había empezado mucho antes de que estallaran las revueltas populares pacíficas que exigían el fin del régimen autoritario de Bashar al Assad en marzo de 2011. Unos 30 años antes, el país ya enfrentaba una creciente represión social propiciada por Hafez al-Assad, padre del actual presidente sirio y quien tuvo el poder en 1971 después de un golpe de estado militar, hasta el 2000. Este periodo estuvo marcado por fuertes represiones a los opositores del gobierno con detenciones arbitrarias y cientos de desaparecidos. “Fue justo esto lo que despertó en la población ese anhelo de libertad, de justicia, de dignidad para liberarnos de esos juegos de la dictadura”, menciona.

La necesidad de tender puentes 

Nachawati tenía 30 años cuando empezó la revolución siria. “Cuando surgió en 2011, fue como una explosion y todos los que estábamos más o menos colocados, esperando un cambio, de repente nos encontrábamos y empezamos a trabajar juntos.” recuerda. Fue entonces cuando nació la idea de Syria Untold, una plataforma de información lanzada en 2013 para visibilizar los movimientos de resistencia. El objetivo era desafiar las visiones puramente geopolíticas e intentar explicar lo que pasa dentro del país, contando la vida de los que viven la guerra. 

La guerra también se libra a través de la información y ella es muy consciente de ello. “Leemos continuamente historias sobre Siria en las que habla el dictador. Se cuenta Siria sin los sirios y las sirias”, lamenta. 

Los medios de comunicación españoles suelen tener poco interés por los temas internacionales, en donde es noticia sólo el momento inicial cuando estalla una guerra, pero “el día siguiente o el año siguiente ya no interesa”, analiza. Como profesora, insta a sus alumnos a no caer en esta trampa: “Hay una frase que les digo mucho que es: hay muchas explosions y pocas explanations. Entonces lo más importante es el contexto”.

“Leemos continuamente historias sobre Siria en las que habla el dictador, pero no escuchamos a sirios y sirias sobre el presente y futuro de su país”

Leila Nachawati

Por tanto, para Nachawati, defender los derechos humanos y los valores, basándose en quién eres y de dónde vienes, no es incompatible con el periodismo. “Es muy útil que haya en las redacciones cada vez más personas con bagajes mixtos que hayan conocido otros contextos y que incluso conozcan el país y la región de la que hablan”, defiende. 

Mujeres sirias, romper los roles

En Siria, como en otros lugares, las mujeres han sido vistas como actores pasivos de la guerra y Leila Nachawati se niega a mirarlas así. Por eso, destaca la existencia de movimientos liderados por mujeres desde el inicio de la revolución: “Ahora mismo hay mujeres que están haciendo frente al trabajo de reivindicar justicia, de pedir una justicia  transicional, por ejemplo el Foro de Familias Sirias por la Libertad (Families for Freedom)”.

De acuerdo con el más reciente informe de la Red Siria por los Derechos Humanos (SNHR) de 2024, unas 115 mujeres han sido documentadas como fallecidas debido a la tortura entre 2011 y 2023. La violencia contra las mujeres también adopta la forma de encarcelamiento. Las que han desempeñado un papel importante en el activismo corren un riesgo diferente al de los hombres. “Para las mujeres, la difícil situación de la detención arbitraria no termina con su liberación. Más bien, el sufrimiento continúa más allá de la detención misma”. Entre ellos la violencia sexual, de los cuales, según el mismo informe, el régimen sirio ha sido responsable de aproximadamente el 75 por ciento de los casos, seguidos del Estado Islamico (ISIS).

“Las mujeres son agentes en sus propias realidades, tanto en sus propios contextos como allí donde viajan”

Leila Nachawati

Si las mujeres sufrieron tanto la represión, fue también porque desempeñaron “un papel dinámico y constructivo”, explica la SNHR. “Son agentes en sus propias realidades, tanto en sus propios contextos como allí donde viajan. Las mujeres son piezas clave en la reconstrucción del tejido social y  comunitario” añade Nachawati. 

Muchas mujeres, concreta Nachawati, “piden cosas tan sencillas como un certificado de defunción porque allí el nivel de maltrato a las víctimas es tal que incluso después de asesinarlas no se avisa a los familiares si esas personas están vivas o muertas. Tienes a madres que después de 10 años no saben si tienen que llorar a su hijos fallecidos o si tiene que seguir esperándolos”.


Ucrania: Elvira Polyenova, la solidaridad para darle frente a la guerra

Nacida en Jersón, al sur del país, esta soprano y activista por los derechos humanos reside en España desde hace ocho años. Tras el inicio de la guerra en febrero de 2022 ha liderado varias campañas de ayuda humanitaria para Ucrania

 La soprano y activista por los derechos humanos ucraniana, Elvira Polyenova en el parque de la Emperatriz María de Austria en Plaza Elíptica, Madrid, en marzo de 2024. Fotografía: Mohammad Shubat. 

Paula Herrera

Eran las 06:00 de la mañana cuando Elvira Polyenova (Jersón, 49 años) recibió la llamada de su madre. Había empezado la guerra. Ella, Elvira, escuchaba esta noticia desde su casa en Madrid, en donde reside desde hace ocho años. Su madre, por el contrario, estaba en Jersón, su ciudad natal y una de las primeras en ser ocupadas por el ejército ruso tras el inicio de la guerra. “Mi madre, con más de 80 años de vida, no quería salir de Ucrania y resistió allí cinco meses, hasta que logré traerla a España. Al día siguiente los soldados rusos destruyeron el puente de la ciudad y la gente se quedó atrapada allí”, recuerda.

Polyenova se refiere a ese 24 de febrero de 2022, cuando Putin anunciaba iniciar “una operación militar especial en el este de Ucrania”. Esta fecha marcó el inicio de la ofensiva que alcanzó su punto más alto, tras ocho años de conflictos entre ambos países. El origen se remonta a 2014, tras la invasión rusa, primero de Crimea, en el este del país y luego de las regiones de Donetsk y Luhansk, ocupando el 7% del territorio ucraniano.

“Nosotros, rusos y ucranianos, siempre hemos convivido, somos amigos, somos familiares”

Elvira Polyenova

“Una semana antes ya se escuchaban rumores, pero nunca lo creímos. Nosotros –rusos y ucranianos- siempre hemos convivido, somos amigos, somos familiares. Yo misma soy mitad rusa por mi padre y mitad ucraniana, por mi madre”, reflexiona. Por eso, dice, “debía tomar acción”.

La solidaridad frente a las adversidades

Polyenova lo recuerda como si fuera ayer. Se trasladó a Ukramarket, un pequeño comercio de origen ucraniano asentado en la ciudad de Madrid y empezó a planificar cómo enviar dotaciones de comida y ropa para su madre. Fue allí cuando nació la idea. “Empezamos a contactar a los representantes de Cruz Roja en Ucrania, a agilizar los documentos, a hacer el listado de los productos más necesarios para la gente y al cabo de una semana teníamos 200 toneladas de comida y ropa para enviar”, cuenta, mientras observa a un par de transeúntes que atraviesan el parque de la Emperatriz María de Austria en Plaza Elíptica, al sur de la capital madrileña.

Para esta artista que ha dedicado toda su vida a la música, su voz se convirtió en un instrumento de unión, de solidaridad. Así, a través de conciertos benéficos en donde participaba con otros artistas refugiados ucranianos y con referentes de la música en España, intentó que cada vez más personas se solidarizaran con Ucrania. “Fue un tiempo muy prolífico. Logramos que varios gestores culturales que estaban en las zonas de conflicto recibiesen los insumos y se encarguesen de repartirlos en territorio”. Eso sí, reconoce, tuvo mucho trabajo extra que hacer. “Yo tenía dos trabajos y además estaba enfocada en enviar bienes a Ucrania, así que mis días duraban 21 horas, casi no tenía descanso y perdí uno de mis empleos”, esboza.

Una efervescencia en declive

Fue así, sobre la marcha, que ella, junto con todo un grupo de voluntarios fundaron la Asociación Elvira por Ucrania, una ONG avalada por la Embajada de Ucrania en España dedicada a gestionar la recolección y entrega de ayuda humanitaria en zonas como Dombás, Kiev, Jersón o Leópolis. “Cuando empezó la guerra las personas alcanzaron a huir de sus casas con la ropa que llevaban puesta y sus documentos de identificación. Por eso, lo que más necesitaban en ese momento eran prendas de vestir para protegerse del frío. Pero al pasar los días, y aún en la actualidad, lo fundamental es enviar comida”, concreta.

“La gente ha dejado de donar y parece que ahora también somos una molestia. Algunos nos dicen que por nuestra culpa han subido los precios”

Elvira Polyenova

Ahora, tras varios días de haberse cumplido el segundo aniversario de la guerra en el país, Polyenova lamenta que esa efervescencia que hizo que mucha gente se solidarizara con Ucrania ahora se apague. “El último envío que realizamos fue el 22 de diciembre de 2022. Ha pasado más de un año y ahora apenas hemos llenado la mitad de un tráiler. La gente ha dejado de donar y parece que ahora también somos una molestia. Algunos nos dicen que por nuestra culpa han subido los precios de la gasolina, del aceite y de otros productos”, lamenta.  

Por eso, la artista insiste en que es fundamental dar a conocer que “aunque ya no se difunda en las noticias, la guerra en Ucrania sigue siendo igual de cruel que al inicio”. Médicos del Mundo informaba en su más reciente comunicado de prensa, que los dos años de guerra han cobrado la vida de 10.500 personas, mientras que “los constantes bombardeos, minas y ataques con drones han dejado a una generación traumatizada, desplazada y temerosa por sus vidas”. Además, según Naciones Unidas unos 14 millones de personas han sido obligadas a huir de sus hogares. “Las vidas de los ucranianos han sido cortadas por la guerra, por eso la ayuda humanitaria para ellos es una oportunidad de supervivencia en estos momentos tan duros”, finaliza.


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