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Mujeres sirias: éxitos a pesar de la guerra

Ayham Al Sati – Moussa Al Jamaat

Amani Al-Ali comenzó a trabajar como caricaturista social y política en 2016. Se enfrentó a muchas dificultades al principio, principalmente el rechazo de su familia a este trabajo y la falta de aceptación de la comunidad hacia su profesión. “Un caricaturista se puso en contacto conmigo y me dijo que estaba entrando en un campo de hombres, y que no había lugar para mujeres”, recuerda. Sin dejarse impresionar, continuó su viaje para probarse a sí misma y a otras mujeres que ellas podían estar presentes en todos los ámbitos laborales. Sus caricaturas han atravesado fronteras, y han sido expuestas en Reino Unido, Italia, Francia y los Países Bajos.

Con tiempo y persistencia ha logrado convencer a su entorno del importante papel que desempeña. “Todos me han aceptado, especialmente porque me mantengo al tanto de los acontecimientos y arrojo luz sobre el sufrimiento del pueblo sirio al que pertenezco. Pude trabajar con periódicos locales árabes e incluso extranjeros, y era entonces la única caricaturista en la región”, asegura. “Estoy orgullosa de mí misma y considero normal lo que estoy haciendo. No lo considero un éxito sino un deber; mi deber como mujer es tratar de seguir luchando y esforzarme para que las mujeres podamos seguir estando a la vanguardia”, continúa.

Al-Ali es una de tantas mujeres sirias cuya vida ha quedado trastocada por la guerra. Todas ellas han tenido que adaptarse a nuevas tareas y trabajos, a través de los cuales rompen con estereotipos. Y es que el conflicto ha hecho que muchas de ellas pongan en riesgo su seguridad personal al participar, por ejemplo, en labores de protección civil y atención médica y de emergencia a las víctimas de los bombardeos rusos y sirios –los cuales a menudo tienen como objetivo sus zonas de residencia–. También son muchas las que han encontrado la motivación para poner en marcha sus propios proyectos y para contribuir al esfuerzo de reconstrucción.

Actividades de riesgo

En Siria, los ataques no discriminan entre hombres, mujeres y niños. En un informe publicado en junio de 2022, la ONU afirmó que más de 306.000 civiles han muerto como resultado de la guerra en curso. “Las cifras de víctimas relacionadas con el conflicto que muestra este informe no son solamente un conjunto de números abstractos, sino que representan a seres humanos individuales”, señaló entonces la Alta Comisionada de la ONU, Michelle Bachelet.

Eman Abdul Ghani perdió a su marido durante el bombardeo de Damasco por parte de las fuerzas del régimen sirio. Luego fue desplazada de su ciudad a Al-Bab, en la provincia de Alepo, y ahí se encontró con que era el único sostén para sus cuatro hijos. Ante un panorama que no ofrecía muchas posibilidades, decidió aprender a conducir, obtener el carnet, y luego trabajar como taxista en Al-Bab, Azaz y las ciudades de Idlib, Sarmada y Dana: un taxi solo para mujeres.

“Me enfrenté al acoso de la sociedad y sufrí mucho, todo por el bien de mi familia y mis hijos”, dice Abdul Ghani. Algunas mujeres en el área donde trabaja han encontrado un confort añadido al tenerla a ella como conductora.

“En Siria, todos somos víctimas y todos tenemos que trabajar para ayudarnos”, dice Hiba Al-Mawas, de 25 años. Desplazada de la provincia de Hama, Al-Mawas trabaja como voluntaria en la Defensa Civil Siria (cascos blancos) en el área del noroeste de Siria. Vive con sus hijos y su padre en uno de los campamentos de la zona, después de haber sido desplazada dos veces consecutivas por las fuerzas del régimen sirio y Rusia. A finales de 2012, después de que las bombas comenzaran a caer sobre áreas residenciales en diferentes partes de Siria y la situación se deteriorase rápidamente, Al-Mawas se vio obligada a suspender sus estudios.

Hiba Al-Mawas, voluntaria de la Defensa Civil en el noroeste de Siria,

“Recibí capacitación y me uní a los equipos de mujeres de cascos blancos, que brindan primeros auxilios a las víctimas de la guerra y trabajan con familias y mujeres en ejercicios prácticos de seguridad”, cuenta. “Llevamos alegría a los corazones de sus familias y brindamos apoyo psicológico a los niños, ya que son los más afectados por la guerra”.

La joven, madre de tres hijos, trabaja junto a numerosas mujeres en los lugares más peligrosos y enfrenta peligros y dificultades a diario. “Como madre y voluntaria hay muchos desafíos que enfrento en mi trabajo, especialmente por los ataques, que no se detienen” y que afectan tanto las instalaciones públicas como sus centros de operaciones, tanto en ciudades como en pueblos, y que no cesan durante las labores de rescate.

“Me despido de mis hijos y de mi padre todas las mañanas. Puede que no regrese debido a un ataque en el centro o en el camino”, continúa. Como nunca, las mujeres en Siria libran desde el inicio del conflicto una verdadera batalla para preservar su sociedad y salvar vidas.

Los riesgos también aumentan con la propagación de enfermedades y epidemias (como el cólera y la persistente covid-19) y la falta de servicios médicos y de salud. Al-Mawas trabaja para abordar este tipo de crisis en las líneas de frente, lo que la hace más vulnerable aún a las infecciones. “Intento, dentro de lo posible, usar medidas de protección para prevenir infecciones y no transmitirlas a mi familia”, explica.

Durante sus años de trabajo en la Defensa Civil, Al-Mawas ha superado muchos desafíos y logrado un equilibrio entre el trabajo y el hogar. Los voluntarios de los cascos blancos participan en operaciones de búsqueda y rescate en determinadas áreas para salvar a los civiles. “Me siento orgullosa de que mi familia ame mi trabajo y siempre me apoye”, expone.

Proyectos cívicos y feministas

Según estadísticas de las Naciones Unidas, el 90% del pueblo sirio vive por debajo del umbral de la pobreza, con la moneda local desplomada y el cambio al dólar USD cada vez más desfavorable: el pasado mes de marzo 1 dólar equivalía a 4.500 libras sirias*. Esto afecta directamente a las familias, ya que el encarecimiento de la vida es palpable y los ingresos no dan de sí.

En ese contexto muchas mujeres lanzan sus propios proyectos para mantener a sus familias. El restaurante de Ruba Muhammad, es uno de ellos. De 40 años, procedente de Alepo y desplazada a la ciudad de Jarabulus, Muhammad, que perdió a su esposo en la campaña rusa en Alepo, es ahora quien mantiene a sus seis hijos.

La idea surgió sin grandes pretensiones, a partir de la instalación de su propia cocina. Hoy, Cocina Oriental, su restaurante, ha crecido y es conocido por servir platos tradicionales de Alepo: mansaf, kebab, kabsa y mahshi, entre otros. “El proyecto ha contribuido a mantener a mi familia y criar a mis hijos, además de poder educarlos en escuelas”, explica.

Muhammad emplea a unas 25 trabajadoras, algunas jóvenes huérfanas y también mujeres viudas que son el sostén de sus familias. Su objetivo es ampliar su oferta y aumentar el número de trabajadoras a 50, lo que podría ayudar, asegura, a más familias que viven en situación de vulnerabilidad y pobreza extrema, especialmente viudas desplazadas.

“Las mujeres necesitan empoderamiento económico y oportunidades laborales estables, especialmente porque muchas de ellas se han convertido en el sostén de sus familias” debido a la pérdida del cabeza de familia, explica Nevin Al-Houtari, una experta social que se desempeña como presidenta de la junta directiva de la ONG Women Support Unit.

Esta ONG es una de las organizaciones no gubernamentales que apoya los derechos de las mujeres en Siria y busca empoderarlas política, económica, social y culturalmente. Opera en las provincias del norte y este de Alepo y tiene subcomités y centros en siete ciudades sirias: Azaz, Afrin, Marea, al-Bab, Bazaa, Qabasin y Jarabulus.

Al-Houtari explica que su organización está dirigida a mujeres y el grupo objetivo varía, ya que las actividades que realizan incluyen a mujeres de entre 18 y 50 años, con diferentes experiencias y nivel educativo, tanto desplazadas como residentes.

El número de mujeres integrantes de la organización supera las 1.500 personas, además de los comités de mujeres electas en otras regiones. “Hemos lanzado programas de formación, empoderamiento, trabajo en red, etc., a través de los cuales buscamos capacitar a las mujeres para que tengan una participación activa en los puestos de toma de decisiones. A través del programa Tamkeen, buscamos proporcionar una atmósfera práctica que ayude a aprender haciendo”, dice Al-Houtari.

La presidenta de la junta directiva de la organización confirma que los problemas y desafíos son los mismos para la mayoría de las mujeres que residen en las regiones del norte de Siria, concretamente las condiciones de seguridad, que las obliga a no estar presentes en algunos lugares.

No obstante, “el papel de la mujer y su presencia en las instancias políticas y civiles es muy importante, y se considera un acierto que estas resalten su papel crucial en la sociedad”, subraya.

Para Al-Houtari, la revolución siria y la guerra han abierto nuevos horizontes para todos los hombres y mujeres sirios. Según la experta, el trabajo en el sector civil no estaba disponible de esta manera antes de 2011, especialmente la participación cualitativa de las mujeres en el sectores importantes e influyentes de la sociedad. “La realidad es que todavía se necesita trabajo y una larga lucha, y las vivencias del pueblo sirio les han dado mucha experiencia”, concluye.

*Según el tipo de cambio del sitio oficial de la UE, InforEuro.

Esta crónica es fruto de una colaboración especial entre los medios de comunicación Baynana –primer medio en español y árabe creado por refugiados y migrantes– y Equal Times.

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