Rosa María Calaf: “Se invierte más en desinformar que en informar”
Decía el periodista polaco Ryszard Kapuściński que “para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos”, un mantra que parece envolver a Rosa María Calaf a lo largo de sus 50 años de trayectoria. Calaf es una de las periodistas más reconocidas de España. A lo largo de su carrera ha recorrido el mundo por completo como corresponsal en Estados Unidos, Rusia, Argentina, Italia y una larga lista de países en Asia. En esta entrevista, la periodista aborda la cobertura sobre migraciones, se redefine como una firme defensora del periodismo como un servicio para el bien común y destaca que todo lo que no cumple esta función “no puede llamarse periodismo”.
Durante el Congreso de Periodismo de Migraciones de Mérida pudimos escuchar a diferentes profesionales sobre cómo abordar diferentes temas migratorios, pero, ¿a qué retos crees que se enfrenta el periodismo de migraciones actualmente?
El reto del periodismo siempre ha sido contar aquello que no se quería que se viera, y aquello que se quería que se callara. Por tanto, siempre ha sido problemático porque siempre han enfrentado intereses que son alejados, obviamente, del bien común. Dicho esto, en este momento el reto es el mismo. Lo que ocurre es que actualmente tenemos la tecnología, un sistema que podría servir como aliada porque es una herramienta magnífica, pues en realidad se convierte en un peligro si es mal utilizada.
¿A qué se debe ese peligro?
Se debe a que la tecnología te permite que la divulgación sea la mentira. La voluntad de manipular ha existido siempre, pero la posibilidad de hacerlo con la amplitud, la eficacia, el alcance y la rapidez de diseminación que tenemos en este momento nunca había existido. Por tanto, esa herramienta que bien utilizada es una herramienta de conocimiento y de acercamiento a lo diferente y de comprensión de lo distinto, que es lo fundamental a la hora de tratar el tema de las migraciones, se convierte en una herramienta de todo lo contrario: de desconocimiento, alejamiento, discurso de odio, rechazo y xenofobia.
Aquellos que siempre han tenido voluntad de manejar las realidades y los hechos en su propio beneficio, en lugar de en beneficio del bien común, en este momento tienen una herramienta que les permite hacerlo mucho mejor, con mayor eficacia. Además, creo que en este momento estamos en una situación en la que se invierte mucho más dinero y recursos en desinformar que en informar.
Al final, la información periodística debería estar verificada desde un principio y sin necesidad de recurrir a una verificación a posteriori.
Exactamente. Obviamente el periodismo tiene que ser rápido, pero eso nunca puede ir en detrimento de la calidad del contenido. La tecnología tiene que ser puesta al servicio de un mejor contenido y no al revés. Y cuando decimos ‘un mejor contenido’ es un contenido riguroso, ético y fiable. Si no se hace eso, no se está haciendo buen periodismo.
En materia migratoria, ¿la desinformación y la manipulación generan un discurso de odio?
Claro. Si manipulas los hechos y los datos y tu próximo objetivo es el discurso de odio, obviamente te va a salir un discurso del odio mucho mejor. Eso es contra lo que hay que luchar. Esto no es algo nuevo en el periodismo: la mentira ha existido siempre y la voluntad de manipular también, y realmente lo que ha habido que hacer es no sucumbir a los cantos de sirena. El periodismo debe ser siempre justo, ecuánime, reposado, riguroso, debe atenerse a los hechos y ser independiente. Por lo tanto, nunca puede sucumbir a la propaganda.
Y desde luego, debe ser fundamentalmente humano, es decir, que no cause daño y sea transparente. El objetivo final del periodismo es proporcionar los elementos de conocimiento suficientes para que el receptor de esa información se pare a pensar y se haga preguntas. Si los hechos y los datos están manipulados no se genera una sociedad de opinión, sino de emoción.
¿En el periodismo de migraciones prima la emoción?
Sí, y la emoción es tremendamente manipulable. Tiene que haber emoción y sentimiento, pero no tiene que ser emotividad y sentimentalismo porque sí. La emoción y el sentimiento tienen que venir del conocimiento y la sensación de injusticia. Con los migrantes no se trata de compadecer, piedad, caridad, de tener únicamente solidaridad por la solidaridad. Es una cuestión de justicia. Por tanto, hay que ver muy claro dónde está la justicia.
Igual uno de los problemas es llamar periodismo a aquello que no ofrece información: que desinforma, hace del bulo la noticia, el clickbait…
Las redes han facilitado y propiciado la mezcla de géneros. Por tanto, mezclan información con opinión y, por supuesto, lo que es opinión con emoción, y lo hacen muy bien. Los medios convencionales han caído en esa trampa y ofrecen realidades fragmentadas muy difíciles de entender si no se ponen en el acontecimiento general, porque los fragmentos de realidad no dicen nada por sí mismos. Cada vez la información es más breve, superficial y banal. Se busca la emoción y no crear opinión.
El periodismo se nutre de lo urgente. Última hora.
Se ha hecho creer que la última hora es más importante que lo anterior. Además, muchas veces no solo no es lo más importante, sino que lo que hace es distraer de lo importante. El periodismo se está convirtiendo en una búsqueda de proporcionar lo que impacta y no lo que importa del conocimiento de la realidad. Al no dar conocimiento, no provocas preguntas ni propicias la búsqueda de responsabilidades ajenas y propias. ¿Qué parte de responsabilidad tenemos cada uno de nosotros en que los migrantes tengan que moverse y tengan que abandonar sus lugares?
Nadie quiere dejar sus tierras, sus ciudades, sus pueblos, su familia, sus amigos. Nadie quiere hacer eso. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué es lo que les empuja? Por tanto, no se pueden permitir estas noticias efímeras que se superponen velozmente, con relatos simplificados, que no proporcionan ningún tipo de análisis ni de reflexión posible. Hay claramente un doble rasero ante los dramas humanos. Esto ha provocado que si se produce un atentado en París, en Bruselas, en Madrid o en Estados Unidos tengamos una repercusión brutal. Pero se producen muchísimas más muertes en el Mediterráneo y no importan.
En la década de los años 40 y posteriores, muchos españoles migraban a otros países de Europa y América Latina. Ahora la “novedad” es que España se ha convertido en el destino de personas procedentes de América Latina, África, el Magreb… ¿Es importante tener presente la historia reciente a la hora de informar sobre el fenómeno migratorio?
Es absolutamente fundamental, porque la memoria es la que nos va a permitir entender el hoy. Cuando uno quiere ser un ciudadano preparado, tiene que saber de dónde venimos para saber dónde estamos, el por qué, a dónde vamos y cómo queremos ir hacia ese dónde. La memoria es fundamental y por eso hay tanta fuerza en querer borrarla por parte de aquellos que saben que si recurrimos a la memoria, vamos a tener es una ciudadanía con sentido crítico.
Es claramente necesario ir hacia atrás y ver de dónde venimos. No podemos seguir informando de acontecimientos como si lo que sucediera hoy viniera caído del cielo. Lo que sucede nunca es fortuito, ni siquiera aquellas cosas que lo parecen más. Si construyes en lugares peligrosos y permites que la ciudadanía esté expuesta a peligros como, por ejemplo, un terremoto, ahí sí que tienes una intervención directa en la consecuencia del hecho. No debemos buscar solo el acontecimiento, sino el proceso total: la precrisis, la crisis y la postcrisis.
Vivimos una época difícil para el periodismo, cargada de precariedad y casi nula estabilidad. Ya no se apuesta por la figura de corresponsal, sino que se busca al mejor postor, disfrazado a veces de falsos autónomos o freelance. ¿Cómo la precariedad y la crisis están afectando a la calidad del periodismo de migraciones? ¿Qué podemos hacer para rescatar al periodismo?
Es obvio que ha cambiado la forma de producir las noticias y cambian los soportes. Pero lo que hay que resistir es a que esto se lleve por delante los contenidos. El objetivo siempre va a ser el mismo con un soporte o con otro, con un sistema de producción u otro. Ahora la pelea es defender los contenidos y luchar por la dignidad del trabajo. Eso no solo pasa en el periodismo, en este momento hay un desprecio por el trabajo de las personas. Hay que recuperar la dignidad del trabajo, del compromiso personal y de toda la ética. El periodismo en este momento lucha contra una ofensiva fundamentalmente económica, para convertir el periodismo en una profesión de servicio a medida de algunos intereses particulares.
La lucha constante del periodismo.
Pues sí. Tenemos que darnos cuenta de que sólo una sociedad democrática, con una democracia de calidad, va a ser capaz de defender los derechos de la mayoría. Estos derechos deben sustentarse en una educación e información de calidad y por tanto debemos defenderlo tanto como periodistas como ciudadanos, con uñas y dientes.
En Mérida vimos cómo grandes medios crean redacciones enfocadas únicamente en migración. ¿Crees que estás redacciones deben estar formadas por perfiles diversos?
Por supuesto. Una de las mayores reclamaciones de la Red de Periodismo Ético es la importancia de contar la historia completa y eso significa contar con especialistas. Cuanto más transversales sean, más van a aportar. Por ejemplo, en cuanto a la igualdad de género, es evidente que los hombres tienen que estar ahí, pero cuando hablamos de determinados problemas y temas, lo tenemos que contar las mujeres, porque somos quien lo sufrimos y lo conocemos mejor. Con la migración es lo mismo. Tiene que contar con profesionales con conciencia de movilización, con conocimientos de los términos legales y que sepan dar respuesta al lenguaje de odio. Si a eso le añadimos contar con personas de orígenes distintos, el contenido va a enriquecerse.
La diversidad es fundamental.
Sí. Hay que invertir en dar voz a esas personas anónimas, que la tienen, pero no les damos medios para que se les escuchen. No solo hablamos de periodismo, sino también de instituciones o la Administración, que deben contar con medios humanos bien preparados que sean capaces de superar los estereotipos y la estigmatización para poder presentar un cuadro ecuánime y justo. Y ya a partir de ahí, que cada uno tenga sus opiniones.
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