‘‘YO NO SÉ SI ESTO SE PUEDE REPRESENTAR’’

Elisa Floristán Millán

Mar y valla. Supongo que no hay mejor forma de definir qué es España. Mar y valla. Y no hay ciudad que mejor cristalice esto que la ciudad de Melilla. El infierno en la tierra para muchas personas. 

Me hallaba caminando por el Paseo Marítimo cuando me encontré con Zoubir. Iba al Puerto. Mayor de edad, expulsado del Centro de Acogida, no le quedaba otra que el risky. 

Podría comentar la realidad de Zoubir y la de otros chicos y chicas como él. Se juegan la vida. Se drogan con pastillas que te dejan cucú para correr mejor, saltan muros, se caen, se quedan parapléjicos, se esconden entre cenizas tóxicas, se ahogan ahí dentro, saltan al agua, no llegan, aparecen muertos. 

Pero no quiero centrarme en esto porque este no es Zoubir. 

Zoubir y otros chicos como él, autodenominados harraga, migran a Europa a pesar de las fronteras. Queman fronteras, saltan fronteras, escupen fronteras. Es una forma de decirle a Europa que no les va a decir cómo se hacen las cosas, que ellos cruzan porque les da la gana. Son 6  resistentes, son rebeldes y su poder de agencia es lo que hace que, a día de hoy, estemos en nuestros países rodeados de personas con la capacidad de ejercer su derecho a la libertad que tienen ellos.

Cuando me encontré con Zoubir caminando hacia el Puerto, él a hacer risky y yo a observarle a él y a sus amigos, cómo se hace, me encontré con la estatua del Generalísimo Francisco Franco. Me quedé bloqueada. 

“¿Qué te pasa? ¿Te gusta la estatua?”, me preguntó Zoubir. Me reí para dentro, no tenía ni idea de quién era. 

Le conté. Le conté quién era, lo que había hecho. Por su culpa todavía hay familias que no encuentran a sus padres, a sus abuelos, de una forma muy parecida a las familias al otro lado de la valla cuando pierden a un ser querido en el mar. 

Me escuchó mal y poco. Estaba vigilando a la guardia portuaria y yo le estaba despistando. Venga, anda, que me saco una foto con este. 

Clic. Una fotografía espectacular que refleja la paradoja de Melilla y de este país, España. Mar y valla. Franco y Zoubir. Un dictador muerto, un joven marroquí. Legalidad e ilegalidad.

Alguna vez he pensado en publicar esa fotografía. Personalmente, me vendría fenomenal para mi carrera. Incluso, este texto, cobraría mucho más sentido si esta fotografía estuviera. Pero no puedo. 

Si algo me han enseñado jóvenes como Zoubir es que ellos no son personas que puedan pasarse por alto. Por mucho horror que vivan y vivamos al acercarnos a sus realidades, son personas con márgenes de poder de decisión sobre sus vidas y sobre cómo éstas quedan representadas. La política de la representación importa. Cómo se realizan estas representaciones importa. El consenso sobre las mismas importa. 

No sé si a Zoubir le habría gustado que la fotografía se publicara. Le he llamado, pero no me contesta. Lo que sí que tengo claro es que habría odiado otra narrativa que no lo considerara como un hombre fuerte, valiente, capaz de dejar a su familia atrás y buscarse la vida. Jamás me habría permitido representarlo de otra forma que no fuera esa. Y yo no sé si eso se puede representar. 

En un mundo sobreexpuesto, en donde se mediatiza la presencia de estos jóvenes sin compasión, me permito el privilegio de traer una ausencia. Me permito el privilegio de no representar. Por todos aquellos que han sido pintados hasta la extenuación sin su consentimiento, utilizados para la conciencia blanca, sin importar el impacto que esto podría tener en sus vidas. 

Me permito el privilegio de no adjuntar la fotografía porque esa es la mejor forma de representar la resistencia de chicos como Zoubir.