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INICIOPOLÍTICA

La crisis política en Senegal impulsa el éxodo juvenil hacia Canarias a bordo de cayucos

Activistas senegaleses vinculan las crecientes llegadas de jóvenes a España con la tensa situación política de su país a medida que se acercan las elecciones. Muchos de los migrantes acaban en el cementerio en que se ha convertido el Atlántico.

Muchos jóvenes senegaleses llegados a las Islas Canarias en los últimos meses llevan la pusera del partido de la oposición de su país: Patriotas por la Acción, la Moral y la Fraternidad, liderado por Ousmane Sonko, detenido el pasado mes de junio por el Gobierno de Macky Sall tras diversas acusaciones, entre ellas la de violación. El pasado 5 de enero, el Consejo Constitucional rechazó la candidatura de Sonko a las elecciones previstas para febrero próximo, lo que ha aumentado la tensión política que vive el país desde mediados de 2023, cuando estallaron protestas para denunciar su arresto. Las autoridades respondieron a estas protestas con violencia.

Esta realidad es un nuevo motivo para que los jóvenes partidarios de Sonko, quienes lo consideran su esperanza, opten por abordar cayucos y embarcarse en un peligroso viaje hacia Canarias a través del Atlántico. Este periplo, que puede extenderse de cinco a quince días, conlleva riesgos mortales: así lo confirman testimonios de senegaleses recopilados para este reportaje, incluyendo relatos de activistas y trabajadores de ONG.

En 2023, un total de 39.910 migrantes arribaron a España a través de la ruta canaria, según datos del Ministerio del Interior. La mayoría de estos migrantes provenían de Senegal, y su afluencia se intensificó tras el estallido de protestas en su país en mayo del mismo año. En contraste con las tendencias de años anteriores, la pequeña isla de El Hierro experimentó una afluencia significativa de cayucos, convirtiéndose en un destino inusual para estos migrantes. Este fenómeno marca el mayor número de llegadas desde la llamada «crisis de los cayucos» en 2006, cuando cerca de 31.678 personas alcanzaron las Islas Canarias a bordo de estas embarcaciones.

Persecución política

Ibrahima Baakir (nombre ficticio), un joven senegalés de 32 años, casado y a la espera de su primer hijo, pide mantener su identidad en anonimato por temor a represalias gubernamentales en su país. Aunque nunca había pensado en emigrar, se vio forzado a hacerlo después de ser perseguido por la policía senegalesa, según explica. Antes desempeñaba labores como conductor, guía turístico y agente inmobiliario en la localidad costera de Mbour, ubicada a 96 kilómetros de Dakar. Su participación en las protestas en medio del arresto de Osuman Sonko resultó en su detención y maltrato por parte de las fuerzas policiales, quienes irrumpieron “violentamente” en su casa, dice.

En un bar del barrio de Lavapiés, en Madrid, Baakir se quita la chaqueta para enseñar a Baynana las heridas resultado de su detención por la policía en Mbour durante una manifestación el pasado mayo. Protestaba contra el encarcelamiento del líder opositor Sonko. Muestra dos heridas en el antebrazo derecho, una pequeña cerca de la ceja “debido a golpes en la cara”, otra en la espalda y pequeñas lesiones en las rodillas, estas últimas originadas al saltar para escapar del coche policial, cuenta.

«Había cuatro policías en el coche. Me golpearon. En el trayecto, avistaron a otro grupo de manifestantes, salieron dos agentes y se quedaron otros dos. En ese momento, vi la oportunidad de escapar y salté», relata el joven. Logró evadirse y se refugió en casa de un amigo. A primera hora del día siguiente, se enteró de que la policía había asaltado su hogar en su busca. «A un amigo mío lo torturaron para que revelara dónde estaba mi casa, y lo hizo a la fuerza», agrega.

La entrada «violenta» de los agentes en casa del joven causó a su madre una parálisis parcial debido al estrés resultante de la repentina redada policial, según cuenta Baakir. «Su lado izquierdo no se mueve y está postrada sin poder realizar ninguna actividad», explica sobre lo que le ocurrió a su madre durante los últimos días que él pasó en Senegal, antes de embarcarse en el Atlántico.

Puerto pesquero de Mbour, (ciudad de Ibrahima Baakir) situado al sur de Dakar. En 2023 más de 35.000 personas se lanzaron al mar desde Senegal. Mbour fue uno de los puntos de salida. Foto: Anna Surinyach

Las autoridades senegalesas respondieron de forma violenta a las manifestaciones que surgieron en Dakar y otras partes del país a finales de mayo, tras la condena a Ousmane Sonko. Esta condena socavó sus posibilidades de presentarse como candidato a las elecciones presidenciales del próximo 25 de febrero. La represión resultó en 19 muertos y decenas de heridos, mientras que las fuerzas de seguridad detuvieron a cerca de 500 personas, según un informe de Human Rights Watch.

«Desde junio, la violencia se ha intensificado: varias milicias se unieron a las fuerzas de seguridad, disparando directamente contra la población. Hubo víctimas mortales y desaparecidos. Además, las fuerzas de seguridad torturaron a jóvenes», explica una activista senegalesa en Madrid, que pide el anonimato por razones laborales. Su testimonio coincide con el informe de Human Rights Watch, que señala la presencia de «matones» colaborando en la represión junto a las fuerzas de seguridad.

Ante la situación en Senegal, tanto senegaleses como personas de otras nacionalidades han salido a manifestarse en Madrid varias veces para exigir la liberación de Ousmane Sonko.

Kemit Diédhiou, activista senegalesa en Madrid, cuenta lo qué está ocurriendo en Senegal. Video: Okba Mohammad y Mohammad Shubat

¿España da asilo a los senegaleses?

«Tengo familia y estoy en contacto con la gente allí, ya que se avecinan elecciones presidenciales y la situación está muy tensa. El líder de la oposición no podrá presentarse, a pesar de contar con el respaldo de millones de jóvenes y tener apoyos para ganar. Esta tensión está llevando a muchos de estos jóvenes a embarcarse en los cayucos», comenta Pape Sarr, de origen senegalés, que trabaja en los centros de acogida de migrantes para la organización Movimiento por la Paz (MPDL) en Almería, así como con la Asociación Reflexiones Africanas, que se ocupa de migrantes que llegan en patera.

Respecto al estatus legal de quienes llegan, Sarr explica que España no concede asilo a la mayoría de jóvenes que huyen de Senegal por tensiones políticas en el país o persecuciones de seguridad. “España no considera a Senegal un país conflictivo, por lo que no concede asilo a los senegaleses; muchos de ellos reciben una orden de expulsión, y si no son deportados quedan en situación irregular buscando un sustento”, indica Sarr en una entrevista con Baynana.

Trabajadores de otras ONG del sector coinciden con Sarr en las razones por las cuales se les deniega el asilo a los senegaleses.

De los llegados, 2.173 senegaleses solicitaron asilo en 2023. De ellos, 209 obtuvieron el estatus de refugiado, 4 protección subsidiaria, y tres tuvieron la residencia temporal por razones humanitarias, pero otros 1.067 fueron rechazados. Además, las solicitudes de otros 129 fueron archivadas, según datos de Interior. El resto, incluido Ibrahima Baakir, están a la espera.

En relación con las deportaciones mencionadas por Sarr, un artículo de El País reveló la expulsión de migrantes senegaleses en un vuelo desde Barcelona en octubre de 2023. No se dispone de información sobre los deportados, las deportaciones generales de senegaleses ni las circunstancias de dichas expulsiones. Ante esta falta de detalles, Baynana ha consultado al Ministerio del Interior a través del correo electrónico, que respondió: «Los solicitantes de asilo pueden permanecer en el país hasta que se resuelvan sus expedientes», sin proporcionar más información. Además, Interior no respondió a nuestra solicitud de información (presentada a través del Portal de Transparencia) sobre la deportación de migrantes senegaleses de España.

Baakir llegó, pero otros miles no

Perseguido, Baakir optó por cruzar el Atlántico hacia España, pero carecía de dinero para costear el viaje. Consiguió colarse en uno de los cayucos que estaba a punto de partir desde la playa de su pueblo, desafiando la presencia de los líderes del grupo, que amenazaban a los migrantes que no pagaban, según cuenta. «Era incómodo porque el cayuco, blanco y azul, era pequeño y llevaba a 41 personas. No se podían estirar las piernas».

El joven relata que las primeras 48 horas del viaje transcurrieron con un mar en calma, pero posteriormente se volvió agitado, provocando cansancio y vómitos. La situación empeoró especialmente en las últimas tres horas del trayecto, cuando se agotaron el agua y la comida. El arduo viaje se extendió seis días. Baakir llegó a Tenerife el 23 de julio de 2023. Permaneció tres días en el hospital y luego fue trasladado a Madrid.

Ibrahima Baakir en Lavapies en Madrid. Foto: Okba Mohammad

El actor y activista senegalés Abdemoulaye Samb, conocido como Thimpo Samb, llegó durante la «crisis de los cayucos» en 2006, cuando tenía 17 años. Su hermano llegó el pasado octubre en un cayuco deteriorado, junto a otras 248 personas, después de seis días de travesía. Trágicamente, varios amigos de Samb procedentes de su pueblo no tuvieron suerte de llegar y se contaron entre las miles de personas desaparecidas o fallecidas en los naufragios en la ruta canaria, considerada una de las rutas marítimas más mortíferas del mundo.

El informe anual Derecho a la Vida, presentado por Caminando Fronteras el 9 de enero de 2024 en Madrid, revela que en 2023 se produjeron 128 naufragios en el Atlántico de embarcaciones que se dirigían a España, cobrándose la vida de al menos 6.007 personas. Entre las víctimas de uno de estos cayucos se encontraban amigos del actor Samb y personas de su aldea. «Cuando supe que la travesía del cayuco había superado los ocho días, pensé que algo era inusual y que ya deberían haber llegado. Intenté contactar con equipos de rescate y organizaciones de búsqueda, pero sin respuestas», lamenta Samb durante una entrevista con Baynana. El activista señala que el Gobierno senegalés no tomó ninguna medida al respecto.

“En ese cayuco viajaban cuatro amigos míos de la infancia, estamos en el mismo grupo de WhatsApp, y también otras personas con las que crecí y a las que conozco bien», asegura el actor. De esos cuatro amigos, dos perdieron la vida y dos sobrevivieron. Quienes estaban a bordo empezaron a morir sucesivamente por hambre, sed y al beber agua de mar , mientras algunos de los pasajeros se suicidaron tirándose al mar por desesperación. También otros se encargaban de tirar al mar los cuerpos de los chicos que habían muerto dentro del cayuco, según relataron los supervivientes a Samb.

En esa tragedia fallecieron 63 personas y solo sobrevivieron 38. Los supervivientes y varios cuerpos fueron desembarcados en Cabo Verde, y los fallecidos fueron enterrados allí. El Gobierno senegalés se negó a repatriarlos, mientras que los supervivientes fueron deportados a sus pueblos, según Samb. «Cuando un cayuco se hunde, me siento culpable y mal, porque todos los que en Senegal quieren navegar a España me conocen, y soy un ejemplo de éxito para ellos», dice Samb. «Es cierto que han llegado muchos, pero ¿cuánta gente ha muerto?», se pregunta con pesar.

Tras analizar cada naufragio, el equipo de investigación de Caminando Fronteras indica que la falta de activación de los medios de búsqueda y rescate, a pesar de la “disponibilidad de información que señala personas en peligro”, así como algunas «malas prácticas» de los equipos de rescate, contribuyeron al hundimiento de las embarcaciones y al elevado número de víctimas. La directora de la organización, Helena Maleno, compartió estas conclusiones durante una rueda de prensa en la sede de la organización en Madrid.

Muchos senegaleses temen que la situación se deteriore a medida que se acerquen las elecciones, con la detención de Sonko y su inhabilitación para presentarse. Además, la posible victoria de Macky Sall se percibe como un factor que afectará a los jóvenes, impulsándolos a abordar embarcaciones y emprender el viaje hacia España.

Ibrahima Baakir experimenta estrés e inseguridad en España, ya que, a fecha de esta publicación, no ha recibido respuesta a su solicitud de asilo y su programa de ayuda se aproxima a su fin. “No he venido aquí a quedarme tumbado. Por eso, necesito que me ayuden a trabajar, porque he tenido que dejar detrás de mí a mi madre y a mi mujer embarazada”, concluye Baakir. 

كاتب

  • Okba Mohammad

    Cubrió la guerra en el sur de Siria de 2015 a 2018 con medios locales. También se ha dedicado a documentar violaciones de derechos humanos de detenidos durante el conflicto. En 2019 trabajó como corresponsal independiente en Turquía y posteriormente viajó a España, donde ha colaborado con medios como Global Voices y el diario Público. Actualmente trabaja como reportero en Baynana

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Okba Mohammad

Cubrió la guerra en el sur de Siria de 2015 a 2018 con medios locales. También se ha dedicado a documentar violaciones de derechos humanos de detenidos durante el conflicto. En 2019 trabajó como corresponsal independiente en Turquía y posteriormente viajó a España, donde ha colaborado con medios como Global Voices y el diario Público. Actualmente trabaja como reportero en Baynana
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